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Infojus Noticias

22-8-2013|18:20|Fusilamientos Nacionales
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A 41 años del fusilamiento de 16 militantes

El relato militar y mediático de la Masacre de Trelew

Los fusilamientos de Trelew fueron presentados por los medios como un enfrentamiento entre extremistas y las fuerzas militares. Apenas algunas voces sospecharon e investigaron los hechos, y entre ellos se destacaron dos: Tomás Eloy Martínez y Paco Urondo.

  • Majo Malvares
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Por: Laureano Barrera

Los diarios publicaron el comunicado oficial casi sin tocarle una coma. La Masacre de Trelew apareció en los medios como un enfrentamiento entre “terroristas” que se abalanzaron contra la puerta ametralladora en mano y “el grupo militar que abortó el intento de fuga”. Casi en soledad, una voz se alzó con fuerza para denunciar la masacre. Sobre el cierre de la edición n° 278 de la revista Panorama, Tomas Eloy Martínez escribió: “Con fe o sin ella, de vuelta a la prisión, los 19 guerrilleros no pensaban en la masacre del martes 22”. Fue la primera mención de la palabra “masacre” y la última nota de Tomás Eloy en Panorama: lo echaron apenas la revista llegó a los kioscos.

El relato oficial, difundido en un comunicado el 23 de agosto, marcaba que “siendo las 3:30 del día de la fecha (por ayer) en la guardia de prevención de la base aeronaval Trelew, lugar de detención de los diecinueve delincuentes subversivos evadidos del penal de Rawson y a disposición de la Cámara Federal en lo Penal, se produjo el siguiente acontecimiento: al realizar el jefe de turno una recorrida de control en el alojamiento de los detenidos, mientras los mismos se encontraban en el pasillo, al llegar a uno de sus extremos, es atacado por la espalda por el detenido Mariano Pujadas, quien logra substraerle la pistola ametralladora con la que iba armado. Escudándose en el mismo, intentan evadirse: el jefe de turno logra zafarse y es atacado a tiros resultando herido. En tal circunstancia, la guardia contesta el fuego contra los reclusos que se abalanzan hacia la puerta de salida, encabezados por pujadas”.

Para ser un enfrentamiento, el saldo fue extraño: los muertos estaban de un solo bando, y tenían balazos en la espalda.

Extremistas abatidos

Los medios propalaron la misma versión. El diario La Prensa tituló, ese mismo día: “Fueron muertos 15 terroristas al tratar de fugar de la cárcel de Trelew”. En el cuerpo de la nota, se citaba “fuentes habitualmente bien informadas pudo saberse ayer que el grupo militar que abortó el intento de fuga no vaciló en usar sus armas, de acuerdo a las consignas recibidas –presumiblemente del mismo capitán Sosa- pese a poner con ello en peligro su propia vida”. El diario La Nación le fue a la saga: “En Trelew abatióse a quince extremistas”, se lee. En el cuerpo explicita cuál es su fuente: “las versiones sobre el sangriento episodio, que trascendieron al promediar la mañana, fueron reemplazadas poco después por un comunicado del Comando de la Zona de Emergencia en el que se relata lo sucedido y se da la nómina de muertos y heridos”. El diario La Razón, bajo el título “Los trágicos episodios de Trelew”, calcó el comunicado militar sin citarlo: “la guardia contesta el fuego contra los reclusos que se abalanzan hacia la puerta de salida, encabezados por pujadas”, explicó.

La revista Panorama, que dirigía Tomás Eloy Martínez, en su edición de la semana del 24 al 30 de agosto, fue la piedra en el zapato del régimen. Martínez -único responsable del cierre- había lanzado a la calle una nota que calificaba el episodio como una “ejecución masiva”, y entre las razones teorizaba una respuesta militar a la fuga del penal Rawson, la desestabilización del plan político o simplemente un imprevisto, parte del estado de guerra declarado a las organizaciones de izquierda. Al día siguiente de su publicación, Tomás Eloy Martínez fue despedido y al número siguiente, desmentida su cobertura.

“La revista Panorama –decía la editorial de la edición n° 279, ya con nuevo director- siempre ha tratado de presentar en la forma más objetiva posible las informaciones que desea obtener el público inteligente y culto de nuestro país. También ha estado empeñada en la defensa de los intereses nacionales, y por eso siempre ha tratado de unir y nunca de dividir a los argentinos. Consecuentes con estos principios, los editores de Panorama se manifiestan en desacuerdo con las apresuradas e inexactas apreciaciones contenidas en la nota: “Trelew, la sangre de los argentinos”, publicada en la edición n° 278. Por lo mismo, resolvieron solicitar la renuncia al director de la revista, que se ha hecho efectiva en el curso de la última semana”.

Unos meses después llegaron los libros que terminaron de pulverizar la ficción del régimen. “La Pasión según Trelew”, la investigación de Tomás Eloy Martínez sobre la fuga, la empatía de los pobladores locales con los presos políticos, y la carnicería final, que le costó al escritor su puesto como director de Panorama y el asedio de la Triple A que se terminó sólo con su destierro.

Y “La patria fusilada”, el libro de Paco Urondo, que compiló las entrevistas a los tres sobrevivientes el día en que fueron amnistiados por el gobierno de Héctor Cámpora. “Mi viejo llega a esa entrevista estando preso, como los sobrevivientes, no llega para entrevistarlos. Mientras todo el penal estaba festejando o emborrachándose, se encerraron en un cuarto silencioso y produjeron ese material periodístico importantísimo, pero que es más importante como prueba jurídica”, dijo Ángela Urondo, su hija, consultada por Infojus Noticias.

En su libro “La masacre de Trelew”, Liliana Cheren dijo sobre el rol de la prensa: “en la Argentina de aquellos años la realidad se vivía pero no se leía. La censura impuesta a los medios se aliaba con la autocensura la prensa cómplice. Sólo algunas publicaciones de circulación restringida –y por supuesto las clandestinas- se arriesgaban a desafiar al régimen”.

Presos políticos fusilados

El dictador Alejandro Agustín Lanusse estaba lleno de ira: en una fuga coordinada por una decena de detenidos políticos de organizaciones peronistas y de izquierda, habían escapado seis cabecillas hacia Chile, y otros diecinueve habían sido cercados y recapturados en el viejo aeropuerto de Trelew. La semana que siguió, de las varias reuniones de gabinete de las que participaron las primeras líneas del Estado Mayor Conjunto, emanó la orden que prefiguraría el baño de sangre de unos años después: ejecutar a sangre fría a los “subversivos”.

Se dijo, también, que Lanusse no estuvo de acuerdo en la forma burda en que habían ejecutado las órdenes los hombres de la Armada. Que recibió un llamado, a las 4 de la madrugada, y que bramó: “¿Cómo, tampoco uno sólo de los nuestros con heridas? ¿Qué le vamos a decir al país ahora?”

De cualquier modo, el régimen dictatorial reaccionó rápido para imponer una versión exculpatoria de la matanza, en la que los oficiales de la Marina se habían visto obligados a abrir fuego contra los reclusos que habían tomado la armería y se aprestaban al escape. Para ello, urdieron dos maniobras complementarias. Por un lado, difundieron un comunicado oficial que casi toda la prensa reprodujo sin cambiarle una coma. Al mismo tiempo, en una jugada que es menos conocida, dictaba la ley 19.797 que prohibía la difusión de informaciones de o sobre organizaciones guerrilleras.

En 1974, con la publicación de los libros de Martínez y Urondo, y el resquebrajamiento de la historia oficial, algunos periódicos de circulación nacional de orientación más progresista –como el diario “Noticias”- invirtieron la carga de la prueba: los subversivos que habían intentado una fuga y obligado a la reacción naval, fueron presos políticos fusilados por la espalda.

“A las 3.30 de la madrugada del 22 de agosto, el capitán Sosa le pone a Haidar la pistola en la cabeza para que apoye la barbilla contra el pecho y mire al piso. Haidar piensa que el marino está loco, y alcanza a comentarlo con Kohon. Después las ráfagas de Sosa, Bravo y Marchard, se abatieron sobre los guerrilleros. Sosa, Bravo y el teniente Fernández recorrieron las celdas rematando a los caídos y matando a quienes ni siquiera habían sido alcanzados, como Delfino o Kohon”, reconstruyó para el segundo aniversario el diario de Jacobo Timerman.

La Patria Fusilada, luego de su publicación en 1973, sólo había sido reeditado una vez, en 1986. La segunda fue una iniciativa trabajosa de su hija Ángela y la pequeña editorial Libros del Náufrago. El 24 de marzo de 2011, Ángela Urondo, la hija de Paco, voló de Buenos Aires a Trelew junto a Raquél Camps, hija de uno de los tres sobrevivientes de la masacre.

“Las dos habíamos leído el original de manera oblicua, y no habíamos podido retener datos estadísticos, porque buscábamos en esa lectura las huellas personales de nuestros padres, de lo que habían sido”, contó a Infojus Noticias. La guiaron por el viejo aeropuerto, donde fueron capturados los guerrilleros, convertido en un museo de la Memoria, y luego a la base Almirante Zar, el sitio de la Masacre.

“En el momento que llegamos a la Base y el jefe salió a darnos ese abrazo tan afectuoso, tuve la sensación de que gracias al testimonio que rescató mi padre tenían que reconocer, al punto de tener que exagerar ese saludo, lo que habían hecho. Sin ese testimonio no lo hubieran reconocido jamás ante la historia. Fue como una perfecta cápsula del tiempo”, contó Ángela.

Una cápsula del tiempo que aún hoy depara algunas paradojas: Estados Unidos, el último refugio, se niega a extraditar a uno de los fusiladores, el teniente Guillermo Bravo.
 

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