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Infojus Noticias

11-3-2014|20:08|Juicio Buenos AiresProvinciales
El juicio lo lleva adelante el Tribunal Oral Criminal Nº2 de San Martín

La Cárcova: la fiscalía pidió perpetua y 15 años de prisión para dos policías

El juicio que juzga los asesinatos de Mauricio Ramos y Franco Almirón entró en la etapa final. Para uno de los policías acusados, Gustavo Rey, la fiscalía reclamó perpetua. Está acusado de matar a los dos jóvenes. Para Gustavo Vega, solicitaron 15 años de cárcel.

  • Fotos: Leo Vaca.
Por: Vanina Pasik

Hoy fueron los alegatos en el juicio oral por la Masacre de La Cárcova. Los fiscales Ana Armetta y Raúl Sorraco pidieron penas para los dos policías acusados. Para Gustavo Rey, Armetta pidió prisión perpetua por el doble homicidio de Mauricio Ramos y Franco Almirón. Para Gustavo Vega, Sorraco solicitó que se lo condene a 15 años de prisión por el homicidio en grado de tentativa contra Joaquín Romero, sobreviviente. Además, la fiscalía consideró que tres policías motorizados de la Buenos Aires II incurrieron en falso testimonio. En los tribunales se especula con que la sentencia podría conocerse –sin los fundamentos– el viernes por la tarde, luego de los últimos alegatos.

La fiscal consideró que Rey cometió un doble homicidio agravado por su condición de policía y pidió esa elevada pena al alegar ante el Tribunal Oral Criminal Nº 2 de San Martín, que lleva adelante el juicio por los asesinatos de Franco (16), Mauricio (17), y las graves heridas que sufrió Joaquín. La emoción que suele haber en la sala hoy fue mayor: se escucharon versiones resumidas y detalladas de los últimos momentos de vida de los chicos. María Elena, la madre de Mauricio, tuvo que salir un momento de la sala, que estaba colmada con integrantes de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional, abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y militantes del Movimiento Evita. Se sentaron en la primera fila el diputado Leonardo Grosso y el concejal local Julián Ríos, con muchos años de militancia en La Cárcova.

Antes de que comiencen los alegatos, la sala fue desalojada para que declare una testigo de identidad reservada, que aportó un video en el que se ve a una persona del barrio disparando. Cuando permitieron que vuelva a ingresar el público, el juez Gustavo Garibaldi pidió que se exhiba el video, usando una computadora portátil: se acercaron los abogados a mirar, y también lo hizo el policía Vega. Federico Efrón, abogado del CELS y de la parte acusatoria, tomaba nota con total concentración. Mientras, su par Juan Carlos García Dietze consultaba un libro con ayuda de un joven colaborador.  A Analía Ramos, tía de Mauricio, y a su marido, se les movían las piernas de los nervios.

La investigación

El fiscal Sorraco recordó que se enteró del descarrilamiento del tren cuando estaba junto al entonces fiscal de San Martín, Marcelo Sendot. Estaban sobre la autopista del Buen Ayre, porque habían matado a un policía para robarle el chaleco y el arma. Desde el lugar se comunicaron telefónicamente con Ana Armetta, fiscal de turno,  le advirtieron sobre el descarrilamiento, y le hablaron de posibles heridos con balas de goma. No fue a través de policías que se enteraron que Franco ya estaba fallecido en la salita Agote, ni que Mauricio había muerto en el quirófano del Hospital Belgrano, ni que Joaquín peleaba por su vida en la terapia intensiva del Hospital Thompson. Lo que si vieron los tres fiscales en ese momento fue que las personas que se manifestaron frente a la comisaría 4ª de José León Suárez estaban seguras de que a los pibes los había matado la policía.

Fue por eso que se ordenó que Gendarmería protegiera el lugar y se encargara de las pericias. Al día siguiente buscaron fuentes del barrio, porque ningún policía había señalado el lugar donde cayeron los chicos.

El Rey está desnudo

También se supo desde un primer momento que el policía que mató al “Pela” y al “Gordo” era el mismo que entró por la calle Aguado. Se destacó el testimonio de Ángel “Pepe” Aguirre, primo de Mauricio. A pedido de uno de los defensores se había animado a teatralizar el momento en que le dieron a su primo, y con el gesto que hizo marcó exactamente el mismo lugar por donde entró la bala: el hombro izquierdo, levemente de arriba hacia abajo. “¡Cuidado primo!, le grité. Y me agaché. Pero él no llegó a agacharse. Me dieron, me dijo. Ahí le vi la mancha en el hombro. Nunca creí que se iba a morir”, leyó Efrón. El día en que declaró “Pepe”, Rey usó su derecho a retirare de la sala. Pepe volvió a la audiencia siguiente y lo vio. Su tía María Elena no quiere que vuelva a presenciar el juicio porque no le gusta como lo mira uno de los penitenciarios. Le da miedo.  

Ángel Aguirre, Javier Almirón y Marcelo Gómez contaron la misma historia y describieron a la misma persona. Un muchacho alto, flaco, con el pelo corto como con un pirinchito, y anteojos de sol, se asomaba entre los vagones y les apuntaba. Ellos estaban escondidos atrás de una pila de chatarra. Ya lo había visto entrar con su moto por la calle Aguado.

Pareciera que su coartada es decir que se quedó con el casco puesto las dos horas que estuvieron atrás del tren, bajo el sol de un 3 de febrero. Así lo dijeron los tres policías motorizados de la Buenos Aires II, Pablo Javier Cocilova, Alejandro Cabral y Julio César Carrión, que manejaba la moto en la que iba Rey.  El resto de los que declararon dijeron que no vieron a policías con el casco puesto.

A Rey también lo describió el policía Carlos César Aguirre, que fue quien tiró la bomba de humo que rebotó contra la chapa y obligó a los chicos a salir del escondite improvisado. Dijo que vio a un muchacho de la Policía II, flaco y alto, con anteojitos de sol y balas rojas en el chaleco.

La fiscalía también cree que los motorizados de la policía II mienten porque ubicaron a Rey entre el segundo y tercer vagón de la formación, y dicen que desde ahí hicieron disparos con balas de goma. A lo largo de toda la formación se encontraron cartuchos de balas de goma, pero no en ese lugar. “Qué mejor forma de encubrir a Rey que ubicándolo en el otro extremo del tren”,  dedujo Armetta.  Tampoco le resultó creíble que ninguno de ellos haya visto al subcomisario Silva repartiendo las balas de goma.

Otro agravante que consideraron tanto la fiscalía como los abogados de los particulares damnificados es que había chicos dando vueltas por el lugar. Ambos alegatos destacaron que las escopetas que usaron Vega y Rey son bastante impredecibles por la forma en que se abren las balas que dispara. Dijeron que un profesional hubiera elegido tirar con el arma reglamentaria, que es más certera. Hablaron del “desprecio por la vida” de los tiradores y de la edad de los chicos a los que les dispararon, la cantidad de años que les robaron.

La cacería de Vega

Los fiscales también pudieron saber desde ese inicio de la investigación, que el policía Ignacio Azario había visto a Vega disparar con balas de plomo. Él mismo lo reconoció en su primera declaración, aunque dijo que no se había dado cuenta. Tanto la fiscalía como a los abogados de las víctimas dijeron que les resultaba poco creíble que el instructor de tiro de casi todos los policías que declararon en la causa, que debía tener un importante prestigio al interior de la fuerza no distinguiera a una bala de plomo de otra de goma: la diferencia del peso es notable.

Vega no logró darle muerte a Joaquín “por razones ajenas a su voluntad”, dijo la fiscal.  Joaquín lo vio a Vega asomarse entre los pastos, apuntándole, como si estuviera de cacería. “¡Corré!”, le gritaron. Y se subió corriendo a un puente de chapa. Sintió un ardor en la espalda. Evidentemente no le estaba haciendo frente a Vega, ni significaba un peligro para él.

Vega declaró una segunda vez, en la que inculpó a Azario y a Silva. La fiscalía se explayó sobre las razones por las que no le cree, entre ellas porque Vega modificó su fisonomía para la rueda de reconocimiento.

El instructor de tiro dijo que se sentía en peligro porque unos muchachos tiraban piedras y pedazos de metal con gomeras.

Cuándo y dónde

Tomando en cuenta las pericias y los mapas confeccionados, la fiscalía valoró los testimonios de “Pepe” Aguirre, Javier Almirón y Marcelo Gómez,  y consideró que es importante que los puntos que marcaron no son fijos, sino que es mejor pensar en zonas: las personas son blancos móviles y los tiradores que también están en movimiento constante. También marcó que se encontraron agujeros en las chapas de la pila de chatarra donde los chicos se habían escondido.

La fiscalía destacó que no hubo ningún enfrentamiento en ese lugar: ningún testigo ubicó ahí a nadie con armas, ya había cesado el saqueo al tren, el barrio se había replegado, había alcanzado con tirar balas de goma al aire para que los curiosos que querían rescatar algo del tren desistan.

A lo largo de todo el debate, salvo el policía Raúl Canteros, no hubo testigos que hayan visto personas armadas agrediendo al personal policial. “Sólo hablaron de piedras”, dijo la fiscal. “Incluso fueron a buscar una pistola lanza gases para disuadir”, agregó. Su posición es que no se justificaba el uso de munición de plomo. 

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