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Infojus Noticias

28-2-2014|20:40|Juicio Nacionales
Dos policías están en el banquillo de los acusados

La Cárcova: “Está quedando claro cómo fueron las cosas”

Lo dijo Analía Ramos, tía de uno de los chicos asesinados en 2011. El juicio se acerca a su etapa final. Hoy declararon peritos que descartaron que haya habido un enfrentamiento. El lunes 10 y el martes 11 se escucharán los alegatos de las partes.

  • Analía Ramos antes de entrar al Tribunal Oral II de San Martín. Fotos: Sol Vazquez
Por: Vanina Pasik

Se acerca la recta final en el debate del juicio por la Masacre de La Cárcova. Las últimas dos jornadas declararon peritos que descartaron que haya habido un enfrentamiento: constataron distancias, trayectorias y posiciones de las balas que dejaron la brutal represión que defendía a un tren de carga que había descarrilado. En ese operativo murieron Mauricio Ramos (17) y Franco Almirón (16), y Joaquín Romero, que entonces tenía 19 años, aún padece las heridas que le provocaron los disparos. Dos policías fueron detenidos hace tres años y hoy se sientan en el banquillo de los acusados. El lunes 10 y el martes 11 se escucharán los alegatos de las partes.

Los familiares de las víctimas tienen confianza. “Yo creo que está quedando claro cómo fueron las cosas”, dijo Analía Ramos antes de entrar en la audiencia de esta mañana en el Tribunal Oral II de San Martín. Es la tía de Mauricio y quien suele llevar la voz de la familia. Su hermana María Elena no quiso sentarse atrás de sus abogados, Juan Carlos García Dietze y Federico Efrón, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Prefirió quedarse entre el público. “Es mucha presión, quedo justo enfrente de estos”, dijo.

No soportó la mirada del oficial Gustavo Rey, del cuerpo de la Policía Buenos Aires II y el subinspector Gustavo Vega, de la comisaría 2ª de San Martín, que también era instructor de tiro. Al lado de María Elena se ubicó Joaquín. Cuando les tiraron estaban a menos de 15 metros de distancia, según confirmaron las pericias.  

Al inicio de la jornada el juez Gustavo Garibaldi repasó la cantidad de testigos que faltan. Están citados para el miércoles Saily Ramirez González, que es perito de parte citada por la querella, y el conductor del tren José Héctor Ibáñez. También el comandante de gendarmería Javier Eduardo Desideri. Resta ver qué sucede con el policía bonaerense Antonio Ortellado, que andará indocumentado porque fue a declarar el miércoles y se fue durante el cuarto intermedio sin siquiera retirar su DNI. Los testigos citados por la defensa tendrán su oportunidad de hablar el jueves y viernes de la semana que viene.

Un ferroviario asustado

En la audiencia de hoy declaró Cristian Alberto Junkers, que trabaja en la coordinación del área metropolitana de ferrocarril Norte Centro Argentino, y fue el enviado al lugar para volver a poner en marcha el tren. Dio detalles puntillosos, sobre los horarios, las partes de los trenes, nombres de otros trabajadores, y también cuando especificó que el “problema grave” estaba en el vagón 11 y 12, y no al comienzo de la formación, que es más cercano al lugar donde cayeron los chicos.

Junkers contó que lo recibió el subcomisario Carlos Silva, de la comisaría de Suárez, y junto a otros dos policías lo dirigieron hasta estos vagones. “¡Cuidado!”, le gritaron y le ordenaron que se quedara arrodillado contra el vagón. Creyó escuchar una “estampida” de balas, “estampida” que no era “estallido”, como notó el Presidente del tribunal.

-¿Escuchó pac pac pac o un estruendo?

-Estampidos.

-¿Bum bum?

-¡Ping! ¡Ping! Más agudo.

El testigo llegó convencido que desde la “villa” había personas que tiraban tiros, dijo haber visto personas armadas en un tumulto en la esquina donde está el puentecito que conectaba al barrio con la formación. Efectivamente, ese es el lugar donde se desencadenaron los hechos. Aseguró también que luego de que escucho ese sonido “en la esquina se tranquilizaron las cosas” y lograron mover 25 vagones. No supo por qué se calmaron. No recordó quién le dijo que había dos muertos.

Las balas

Según los resultados de las autopsias, las dos víctimas tenían heridas de “postas de guerra” –balas de plomo- disparadas con escopetas calibre 12/70 de la Policía Bonaerense.  A Mauricio y a Franco les apuntaron desde más o menos 12 metros, al comienzo del tren, en la esquina. Estaban escondidos atrás de una pila de chatarra, cuando Aguirre tiró una bomba de gas que los hizo tratar de correr. Ahí les dio Rey, un joven oficial motorizado de la policía Buenos Aires II, con quien ya se habían cruzado un rato antes. En ese momento, Joaquín Romero contó que vio salir a Vega “de entre los pastos” y lo apuntó. La distancia era de unos 15 metros, según afirman las pericias.

Está en discusión si hubo o no un enfrentamiento. El miércoles y ayer declararon peritos que trabajaron sobre los móviles policiales, que estaban sobre el terraplén, atrás del tren que descarriló y bastante más arriba, porque el terreno está en declive. Esto resta potencia y capacidad de daño a cualquier objeto que se arroje, incluidas las supuestas balas que nunca se encontraron. Casi hubo una carcajada en la sala cuando se leyó que en uno de los móviles analizados se encontró un bagullo de marihuana escondido en un farol.

Responsabilidades

Víctor Uhalde, Amílcar Pino y Carlos Silva son los tres policías que estuvieron a cargo del operativo  y declararon el martes que la situación no ameritaba el uso de municiones de plomo sino de goma. En el mismo sentido se expresó el miércoles el entonces jefe de la departamental de San Martín Mario Briceño, que fue desplazado luego de que el vicegobernador Gabriel Mariotto lo reclamó en el segundo aniversario de la Masacre de Carcova.  

Habrá que esperar al momento de los alegatos para conocer las versiones de Vega y Rey, y también para saber si los fiscales Ana Armetta y Raúl Sorraco impulsarán una investigación que ascienda en la cadena de mando y alcance a los responsables políticos. En su momento, el entonces ministro de Seguridad Ricardo Casal acompañó la versión policial de un descarrilamiento intencional seguido de un enfrentamiento que podría justificar la utilización de balas de plomo en la represión.

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