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Infojus Noticias

6-9-2015|10:30|Barrabravas Nacionales
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Cinco episodios de una disputa por dinero, negocios y poder

Las peleas de los Borrachos del Tablón, telón de fondo del crimen de Acro

El 7 de julio de 2007, la feroz interna de la barra brava de River alcanzó su punto más álgido: el crimen de Gonzalo Acro, ladero del jefe de una de las facciones, que este martes sumó una nueva condena a perpetua. La mejicaneada, las batallas de los quinchos y del playón, la balacera a la casa de Rousseau y las amenazas a los dirigentes.

  • Foto: Mariano Armagno.
Por: Sebastián Ortega

Gonzalo Acro, ladero del jefe de una de las facciones de la barra de River, se desangra en la vereda. Uno de sus enemigos, el “Colorado” Ariel Luna, apunta su nueve milímetros y lo remata de un tiro en la cabeza. Ese 7 julio de 2007, la feroz interna de Los Borrachos del Tablón alcanzó su punto más álgido. La disputa por el manejo de la barra esel telón de fondo de este crimen, que el martes –en el segundo juicio- sumó una nueva condena a perpetua. Las pelea por el dinero de un juicio, las batallas de los quinchos y del playón, la balacera a la casa de uno de los jefes y amenazas a los dirigentes: cinco episodios de una disputa por dinero, negocios y poder.

La mejicaneada

Varios de los barras que compartieron el paravalanchas de la popular del Monumental hablaron frente al Tribunal Oral en lo Criminal 15 durante el juicio y reconstruyeron parte de la historia de los Borrachos del Tablón, comandada hasta 2006 por Alan Schlenker y Hugo Adrián Rousseau. Todos coincidieron en un punto, la grieta entre los dos líderes comenzó a abrirse después del Mundial de Alemania 2006, al que viajaron 42 integrantes de la barra.

En uno de los partidos la copa, al grueso de la hinchada se le aplicó el derecho de admisión y no pudieron ingresar al estadio, pese a tener las entradas. Los hinchas presentaron una demanda y recibieron una indemnización en Argentina. “Rousseau cobró el dinero y no lo repartió entre los hinchas”, contó Carlos “Urko” Berón, hombre cercano a Alan.

El jefe le dijo a su gente que había sufrido una salidera en el banco y que le habían robado el dinero de la indemnización. “La duda es si los mejicaneó y no repartió la plata o si le adjudicaba el robo a la Banda de Palermo –uno de los sub grupos dentro de la barra- que se dedicaba a las salideras”, explicó a Infojus Noticias la fiscal Dafne Palópoli, que interviene en varias causas que involucran a la barra de River.

Los Borrachos se dividieron. De un lado quedó Rousseau, secundado por los “empleados del club”, un grupo de jóvenes que trabajaban en la institución. En ese grupo, que era el que más llegada tenía a los dirigentes, estaban Acro, Alexis Decoste, alias el Gordo Neurona y los actuales jefes de la barra, Martín “de Ramos” Araujo y Héctor “Caverna” Godoy. Enfrente quedaron los hermanos Alan y William Schlenker y la Banda de Palermo, un sub grupo dentro de la barra, compacto y diferenciado, abocado a actividades delictivas como robos, arrebatos y salideras bancarias.

La batalla de los quinchos

El 11 de febrero de 2007, después de un partido entre River y Lanús se produjo el primer enfrentamiento. En los quinchos del club hubo piñas, palos y cuchillazos. Uno sacó un arma y disparó al piso. El Gordo Neurona, hombre de Rousseau y Acro, recibió un tiro en una pierna. Otros tres barras sufrieron heridas de arma blanca. Sobre las mesas de madera quedaron las manchas de sangre. En medio de la batalla, Gonzalito y el menor de los Schlenker se trenzaron en un mano a mano. “Acro lo cagó a palos”, contó Matías Goñi, cercano a Rousseau. En su declaración, el barra le sumó un condimento a esa pelea histórica: la disputa por una chica –hoy una reconocida vedette- que había sido novia de ambos y seguía enamorada de Acro.

Después de la batalla de los quinchos la división fue definitiva. La gente de Rousseau no volvió a pisar la tribuna. Alan tampoco: le dictaron el derecho de admisión, pero siguió manejando los negocios desde afuera. A pesar de haber logrado expulsar a sus enemigos del paravalancha, los Schlenker nunca perdonaron a Gonzalito. “Acro esperaba lo peor de ellos. No se bancaron la humillación”, contó Rousseau en el juicio.

El fiscal José María Campagnoli elevó la causa a juicio en 2009 por delitos menores como “lesiones leves en riña agravadas por haberse cometido en un espectáculo deportivo”. Los abogados de ambas partes pidieron la prescripción de la causa, que fue confirmada por la Corte Suprema en 2013.

La batalla del playón, a un paso del juicio

La rivalidad entre las dos facciones fue in crescendo. Estaba en juego un negocio fabuloso que incluía la reventa de entradas para partidos y recitales, el manejo de los trapitos alrededor del estadio, el estacionamiento, el merchandising y la venta de comidas y bebidas. También existe la sospecha de que la barra tenía participación en los pases de algunos jugadores.

Los Schlenker armaron una estructura piramidal. En la cima, Alan; el más racional y ambicioso. A su lado, William, mano derecha y protegido. “El más violento”, lo definieron en el juicio. Debajo de ellos estaban los de Palermo: el Urko Berón, el Colorado Luna, Pablo “Cucaracha” Girón y Rubén “Oveja” Pintos, entre otros. No tenían un jefe. Todos se alineaban detrás de Alan.

El 6 de mayo de 2007, pocos minutos después del final del partido entre River e Independiente por el Clausura 2007, un centenar de barras encapuchados bajaron del puente de Udaondo y entraron al playón del Monumental con armas y cuchillos. “Creemos que fue una zona liberada”, contó la fiscal Palópoli. “Ese día no estaba la policía montada, ni patrulleros, infantería, ni seguridad privada del club”, contó el Urko Berón, que alcanzó a identificar a varios: al frente de los encapuchados venían Rousseau y Matías Goñi, que en su mano derecha empuñaba una pistola.

En el ingreso al club se armó una verdadera batalla campal. A Urko Berón lo agarraron en la zona de los molinetes.

—Morite, puto—repetía Rousseau mientras empujaba el cuchillo, según declaró la víctima. Su enemigo le metió una puñalada en el pecho que le perforó la pleura y el pulmón, otra debajo de la axila y una más en el cuello.

Hubo cinco heridos: Urko Berón y Roque “Rocky” Raposo se llevaron la peor parte. Esa noche, la gente de Rousseau les arrebató otro trofeo: los bombos y unos trapos históricos de Los Borrachos del Tablón.

El fiscal Campagnoli elevó la causa a juicio contra Rousseau, Goñi, Carlos López (prófugo por otra causa) y Cristian Pineda por lesiones graves, un delito que prevé una pena de hasta seis años de prisión. La fiscal Palópoli, que llevará adelante el proceso, adelantó que pedirá que se los condene por tentativa de homicidio. El debate comenzará en octubre y estará en manos del Tribunal Oral en lo Criminal 15 pero con una composición diferente a la que juzgó el caso Acro.

La misión de recuperar el botín

La noche siguiente de la batalla de los quinchos, un grupo de desconocidos en un auto balearon el frente de la casa donde vivía Rousseau, en Villa Urquiza. Los investigadores creen que el objetivo de la Banda de Palermo era recuperar los bombos y las banderas que habían perdido en el playón, pero un incendio en la cuadra donde vivía el jefe de la facción rival atrajo bomberos y policías y los obligó a huir.

Un día después, el 8 de mayo, aparecieron pintadas en el colegio Saint Patrick, al que iba la hija de Aguilar. “La sangre derramada será vengada”. El mensaje era claro: los de Alan no perdonaban que el presidente de River siguiera bancando a los de Rousseu y les hubiera liberado la zona para el ataque del playón.

El golpe final

A principios de agosto comenzaron los preparativos para el comienzo del Apertura 2007. Una semana antes de la primera fecha, Rousseau se reunió con barras de José C. Paz en una quinta de Don Torcuato. Según el jefe, se juntaron a “comer asado y jugar al fútbol”. El verdadero motivo del encuentro era otro: planificar los movimientos del domingo siguiente para copar la popular en el Monumental. Alan, enterado del cónclave, estaba paranoico y mandó un grupo de gente a espiar a sus enemigos. Unos 10 “borrachos” siguieron de cerca la reunión. Según Rousseau buscaban “meterle miedo” para que no fueran a la cancha.

Tres días después, el 7 de agosto, llegó el golpe final. El objetivo elegido no fue azaroso. Acro era una figura en ascenso. Era el número dos de la facción enemiga y pintaba para jefe. Aquella noche, minutos después de las 23, Gonzalito salió del gimnasio con su amigo y compañero Osvaldo Gastón Matera. El marcador dio aviso y tres hombres avanzaron hacia ellos. Matera llegó a reconocer al Colorado Luna cuando le apuntaba la nueve milímetros a Acro. Tres disparos a quemarropa. Uno en la pierna y dos en la cabeza. El joven murió días después en el hospital Pirovano.

En el primer juicio por el crimen fueron condenados a perpetua a los hermanos Schlenker como instigadores. La misma pena recibieron el Colorado Luna, como autor material, y Pintos y Girón como coautores. Martín "Pluto" Lococo recibió 10 años de prisión, como participe secundario del homicidio. “La causa está en la Cámara de Casación Penal, que tardó casi cuatro años en convocar a una audiencia”, explicó a Infojus Noticias el abogado Fernando Sicilia, defensor de Cuca Girón.

El martes 1 de septiembre, en el segundo juicio, el “Pelado” Sergio Piñeiro, que había zafado del primer debate por problemas psiquiátricos, fue condenado a perpetua como coautor del homicidio. Seguirá libre hasta que la sentencia quede firme. Para el juez Adrián Martín, presidente del TOC 15, el crimen fue “el momento culminante” de esa interna feroz, una disputa por “negocios, dinero y poder”.

SO/RA

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