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Infojus Noticias

12-3-2014|14:34|Córdoba CórdobaProvinciales
Una condena es de 3 años y la otra de 2 años y medio de prisión

Saqueos en Córdoba: cómo fue el primer juicio que condenó a dos hermanos

La Cámara 11 del Crimen de Córdoba sentenció hoy en un juicio abreviado a Lucas y Ciro Giménez, a las penas de tres años de cárcel al primero, y dos años y seis meses al segundo. La hermana de los detenidos los denunció ante la policía.

  • Daniel Caceres
Por: Waldo Cebrero

Los hermanos Lucas y Ciro Giménez son los dos primeros condenados por los saqueos ocurridos en Córdoba durante las jornadas del 3 y 4 de diciembre, cuando el descontrol y la violencia colectiva se apoderaron de la ciudad tras el acuartelamiento policial.

En un juicio abreviado, la jueza Graciela Bordoy de la Cámara 11 del Crimen, homologó el acuerdo entre las partes y dispuso que Lucas, de 25 años, padre de una niña de 6 meses, y empleado de una carpintería hasta el día de su detención, cumpla una condena de 3 años en prisión efectiva, por los delitos de hurto calamitoso y coacción. Su hermano mayor, de 34 años, soldador de una empresa autopartista, fue condenado a dos años y medio, acusado de hurto calamitoso y amenazas. En ocho meses, ambos podrían abandonar el Establecimiento Penitenciario Bouwer, si mantiene buena conducta.

El hecho por el que fueron condenados ocurrió a las nueve y media de la noche del 3 de diciembre, en un supermercado de la cadena Cordiez. Los Giménez vivían prácticamente al frente del local, que en pocas horas fue destrozado y vaciado por completo, por una cantidad incierta de personas. Cuando ellos llegaron, lo encontraron prácticamente vacío.  Por eso, como adelantó ayer Infojus Noticias, el fiscal de la Cámara, Diego Albornoz, decidió cambiar la calificación legal con la que habían llegado (robo calamitoso) a una más leve, como es el hurto calamitoso.

“Quiero decirles desde un principio han colaborado para que Córdoba sea otra ciudad distinta después del 3 y 4 de diciembre. Hubo un antes y después. Y ahora nada es igual”, los retó Albornoz durante su alegato. “Ese día reinaba la indefensión, por la ausencia de policías. Y había una masa de gente; vecinos, el que vive al frente, el que vive al costado, el que iba a comprar, avasallando la ciudad”, agregó.

Con el mentón pegado al pecho y las manos cruzadas sobre sus piernas, los hermanos Giménez escuchaban las palabras de Albornoz, que sonaban como una reprimenda. “Yo me pregunto cómo ustedes, que vivían  en frente al supermercado, fueron capaces de robarle. No tiene explicación. Los veo sentados ahí, y no me cabe en la cabeza –les dijo el fiscal– Los dos tienen trabajo ¿Qué les pasó muchachos? ¿Qué nos pasó a los cordobeses? Saben lo que pasó con ese supermercado, muchachos –preguntó después, y él mismo respondió: ha desaparecido, no está más. ¿Saben lo que ha costado? 36 puestos de trabajo. Han echado a 36 personas. Y eso es parte de la responsabilidad de ustedes”.

Pero el fiscal también rescató la actitud de arrepentimiento que mostraron los imputados. “Ustedes mismos vinieron a buscar el remedio procesal”, dijo, en referencia al acuerdo.

  

Los hermanos Giménez llegan a esta instancia acusados del delito de robo calificado. La diferencia en la calificación legal al momento de la condena se debe a que el fiscal de Cámara, Diego Albornoz, no estaba de acuerdo con la acusación efectuada por la instructora Adriana Abad, una de los cuadros fiscales provinciales que tratan de dilucidar lo ocurrido en diciembre pasado.

 “Llegaron para las latas”

A diferencia de los saqueos ocurridos en 2001, la sucesión de asaltos sucedidos el año pasado tuvieron como principales objetivos casas de venta de electrodomésticos, de implementos informáticos, de vestimenta, zapatos y colchones. Sin embargo, el botín con el que se hicieron los hermanos Giménez, era menos valioso y más esencial. Constaba de algunas latas de tomate, palmitos, durazno al natural, frutillas, una botella de aceite, yerba y otros alimentos. “Ustedes llegaron tarde, chicos”, les dijo hoy el fiscal de Cámara.

De acuerdo con el expediente, el robo sucedió así, de la manera más inocente: Lucas, el menor de los hermanos, se asomó al mercado desbastado y fue sacando la mercadería que tenía a su alcance. Cruzaba la calle y se la pasaba a su hermano Ciro, que esperaba en la otra vereda. Este la guardaba en su casa. Todo eso era visto por Marcela, la hermana de ambos, que –con la intención de frenarlos– tomó el teléfono y dijo que llamaría a la policía.  Los dos hermanos la insultaron y amenazaron, pero los dichos de Lucas, según entiende Albornoz, representan una coacción. Textualmente,  el menor de los hermanos dijo: “Cállate conchuda. Te vamos a matar. Más vale que no llames a la policía, eh!”, y por eso le corresponde una pena mayor.

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