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14-7-2014|13:28|Mendoza MendozaProvinciales
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En octubre prescribe la causa

"Kote" Bolognezi: un crimen de pueblo chico

Por segunda vez, la Justicia absolvió a los dos acusados de asesinar a José Luis Bolognezi, en 2002. A éste último juicio - el anterior se anuló- llegaron dos acusados: un boxeador y el hijo de un empresario. La historia de un crimen en un pueblo chico, donde otra vez ganaron los poderosos.

  • José Luis Bolognezi Gentileza: MDZ Online
Por: Irina Hauser

El pueblo mendocino de San Martín quedó atrapado en un deja vú. Dante Bolognezi se levanta y sabe que lo que pasa y lo que va a pasar en un rato ya lo vivió. Aunque fuerce una última esperanza, presiente que irá al tribunal oral y escuchará, otra vez, la palabra “absolución”. La escuchó en 2009, y reaparece ahora, cuatro años después. A su hermano, José Luis Bolognezi, el “Kote”, lo mataron el 14 de septiembre de 2002 a la madrugada, cuando volvía de un cumpleaños. Tenía 18 años y murió por asfixia. Ya antes siquiera de que empezara la investigación, la comunidad sanmartiniana tenía vasta noción del crimen y de los personajes. El hijo de un poderoso empresario local, un boxeador colaborador de su padre, el hijo de un juez que tuvo a cargo la causa y un amigo, estuvieron involucrados dese el inicio. El martes último, tras un juicio que debía remendar el anterior, que había sido anulado, el asesinato volvió a quedar sin culpables. Dejó, en cambio, una pila de escuchas telefónicas y testigos que permiten apreciar cómo,  la clásica complicidad policial impidió una vez más llegar a la verdad.

Los vecinos de San Martín se movilizaron incontables veces por sus callecitas, con pancartas, cruces, antorchas y remeras con pedidos de “justicia por Kote”. La gente ya no sabe cómo gritar más fuerte para que la escuchen más allá de los confines de la provincia. Al costado de la ruta que conduce a la entrada del pueblo, los carteles de publicidad anuncian quien manda ahí: Automotores Daniel Girala, puede leerse. El nombre de su hijo, Abdo Girala, fue el primero en quedar asociado al asesinato. Lo señalaron testigos, y la actitud de su propio padre,  quien instantáneamente se comunicó con policías y con el juez Carlos Dalton Martínez, cuyo hijo Sebastián también quedó implicado. El empresario Girala irrumpió hora después en el velorio de “Kote” pese a no tener relación con la familia. Se bajó de un Mercedes Benz  con la excusa de dar las condolencias. “Vino a imponer su presencia, y  a advertir que nadie se meta con su hija, Sharbella”, recuerda Dante. “Unos días después fui a verlo a su negocio, para terminar de entender que había venido a hacer al funeral. En cuanto llegué sacó un arma y dijo: ´no tengo problema en hacer pelota a uno, a dos o a nueve, a mí nadie me toca´”,  imitando el tono prepotente. Durante todos estos años, agrega, decenas de testigos fueron intimidados.

Una de jueces, policías y empresarios

El cuerpo de José Luis apareció arrojado en un baldío frente a la estación de gas La Jirafa, en la parte trasera de la concesionara de Girala, también dueña del mercado de neumáticos. Según la reconstrucción que hicieron los abogados de la querella, el móvil del homicidio pudo haber sido una pelea vinculada a Sharbella, otra hija del empresario, con quien  Kote habría tenido una relación. “Como José Luis no pertenecía a la misma clase social que ellos no querían que salieran, así de simple”, dice Dante. Hubo testigos, jóvenes de la zona, que dijeron haber visto a Abdo Girala con una camioneta Ranger negra aquella noche de septiembre.

El momento del homicidio pudo describirlo una única testigo presencial, una vecina, Ana María Puebla.  Cada vez que declaró, la mujer describió lo mismo. Cerca de las seis de la mañana, precisó, José Luis fue interceptado por una camioneta negra que venía zigzagueando. El vehículo frenó muy cerca del chico, que trastabilló y cayó al suelo. Se bajaron cuatro hombres, comenzaron a patearlo, mientras seguía tendido, lo agarraban del cuello, lo soltaban, lo volvían a agarrar con fuerza. Bolognezi se quejaba y le seguían pegando.  Puebla, de 60 años, dijo que vio a un hombre robusto llevar el cuerpo hasta el baldío, ahí a unos metros. La necropsia dio como  resultado que la muerte se produjo por asfixia, por la compresión en el cuello.  La testigo contó que los agresores se nombraban entre ellos. Eran Girala (hijo), Carlos “Metralleta” Pérez (el boxeador), Martínez (el hijo del juez) y Claudio Bonivardo.  

El juez de primera instancia que tuvo a cargo la investigación del asesinato se llama Ricardo Shultz. Por algunos días, como subrogante, también intervino el juez Martínez. Su hijo y Bonivardo fueron exculpados sin siquiera llegar a juicio oral. En cambio estuvieron en el banquillo “Metralleta” Pérez y Girala. En diciembre de 2009 fueron absueltos por falta de pruebas, decisión de los jueces Carmen Alicia Coronel, José Balliro y Pedro Bernardo Carrizo. Afirmaron,  sin embargo, que lo habían asesinado. La familia recurrió a la Corte Suprema provincial, que finalmente anuló la decisión de aquel tribunal, al que cuestionó por no haber tenido en cuenta el testimonio de Puebla ni haber valorado una serie de escuchas telefónicas (tomadas entre 2002 y 2004) que revelaban que tanto Girala padre como Girala hijo hablaban como si nada con Orlando Funes, el policía de la comisaría 12 que tenía a cargo la investigación por indicación del juez Shultz.

“En esos diálogos surge claramente cómo entre ellos fueron ideando y tratando de instalar la teoría de que a José Luis lo mataron a la salida de un cabaret porque no había pagado los servicios recibidos. También revelan que en el período que Martínez tuvo la causa, lo llamaban para preguntarle por novedades”, explica Sergio Salinas, abogado de la familia Bolognezi. Salinas señala que todas las escuchas son elocuentes y se refiere a una llamativa, en la que Daniel Girala le recrimina a Abdo que es violento con su madre, aunque al final elije justificarlo porque ella le dice “asesino”. Para completar el cuadro, el suboficial Funes, solía andar en un auto prestado por Girala mientras realizaba la investigación.

Dante Bolognezi piensa que buena parte de la seccional 12 debería estar comprometida ya que desaparecieron los libros de novedades que abarcaban justo el 14 de septiembre y el “acta de desplazamiento de los móviles policiales” está tachada, borrada y corregida. De hecho, uno de los policías que se supone que fue el primero que en ver cuerpo de “Kote” en el baldío, lo niega, mientras sus compañeros lo confirman.

Otra vuelta

El segundo juicio empezó en noviembre del año pasado. Trescientos testigos desfilaron, aunque el único testimonio directo siguió siendo el de Puebla. Cada tanto, en los comentarios que aparecen al pie de las notas en la versión digital de los diarios locales, los propios vecinos de San Martín se lamentan de que mucha gente no se haya animado a declarar. Aún así, el pueblo entero se movilizó incontables veces.

La testigo Puebla declaró  más de seis horas, observada por psiquiatras y psicólogos. “Dos peritos oficiales y uno de parte, evaluaron que dijo la verdad”, recordó el abogado Salinas. Sin embargo, la mayoría del tribunal no le creyó. El principal problema que plantearon los jueces es que la mujer no fue clara al decir de dónde venía aquella madrugada. Deslizó que había estado con un hombre cuyo nombre no quiso decir, porque al parecer estaba casado. Dijo que era un asunto de su vida privada, pero que el  homicidio lo vio.

Los dos fiscales que participaron de este juicio oral, primero Mariano Carabajal y luego Fernando Guzzo, llamativamente apuntaron siempre a derribar las pruebas, no a impulsar una acusación. El primero pidió la nulidad de las escuchas, algo que consiguió parcialmente. El segundo, denunció a Puebla por falso testimonio y al momento de alegar decidió no acusar a Girala y Pérez y propició la absolución. La querella pidió cuatro años de prisión por el delito de homicidio en agresión, que es la figura que se utiliza cuando hay un grupo de atacantes pero no se puede establecer quién fue el autor del asesinato. Los abogados Salinas y Lucas Lecour –de la organización de derechos humanos Xumek--denunciaron que se trató de un típico caso donde queda a la vista la doble vara del Poder Judicial. Si José Luis hubiera sido el agresor, plantearon, seguro estaría preso hace mucho tiempo.

Paradojas de la causa

El tribunal volvió a absolver a los acusados el martes último en una votación que fue dividida: el presidente Eduardo Orozco se pronunció por la condena, en disidencia con sus colegas Ariel Spektor y Viviana Morici. Una de las grandes paradojas es que en el medio del juicio fue detenido el policía Funes, cuando quedó en evidencia que le pasaba información a los Girala. Será investigado por tráfico de influencias. El tribunal también denunció a Girala por presunta portación de armas y cohecho activo, entre otros delitos.

Sin remedio

Kote, cuenta su hermano, era un chico algo introvertido, que había quedado afectado por la muerte de su madre, dos años antes de la suya. Era muy querido en el barrio. Su papá trabajaba de sereno en una empresa constructora. Dante, en ese entonces, vivía a 40 kilómetros de San Martín. Cuando llegó a la comisaría casi sin aliento, tuvo  “la sensación de gato encerrado”, dice. Hoy tiene un taller donde hace trabajos de metalurgia, aunque después de doce años enroscado en expedientes, tiene casi cabeza de abogado. Ya más lejos del dolor inicial, describe con  precisión matemática cómo asfixiaron a José Luis, y conoce las escuchas al detalle.

La historia de Kote puso un manto de angustia irremediable en San Martín, donde fue comparado con casos de complicidad del poder, como María Soledad, o impunes, como lo estuvo más de 20 años el de Walter Bulacio. “Aquí el Poder Judicial se ha sometido al poder económico”, afirma el abogado Salinas, y anuncia que antes de que la causa prescriba –que sería en octubre—volverá a probar suerte con un recurso de casación y con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por la falta de respuesta y reparación de parte del Estado.

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