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Infojus Noticias

22-6-2013|13:15|Bandas Santa FeProvinciales
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La investigación está en manos del juez Carlos Vienna

Guillermo Camporini: el fiscal con la mira en la guerra narco

Lidera el trabajo del equipo especial que investiga los crímenes de bandas en disputa. Cómo sigue, entre amenazas y problemas de competencias, la causa más resonante de los tribunales provinciales de Rosario.

  • Héctor Río
Por: Sebastián Ortega

En los tribunales provinciales de Rosario se respira un clima más tenso que el de cualquier viernes al mediodía. Especialmente en los despachos de quienes investigan los crímenes de la guerra narco. Desde hace una semanas el fiscal de Cámara Guillermo Camporini, junto a su par Cristina Rubiolo, coordina un equipo especialmente abocado a desbaratar a la banda narco más importante de la región. Todos los días hay novedades. La de este viernes es que, a partir de escuchas telefónicas, el juez Carlos Vienna, a cargo de la causa, acaba de descubrir que se planea un atentado en su contra. 

Después de debatir con el equipo y el juez cómo seguir, el fiscal Camporini recibe a Infojus en su despacho y dice: “estamos tocando intereses muy poderosos”. Detrás de su escritorio, flanqueada por una bandera argentina y otra santafesina, una biblioteca cubre la pared de lado a lado. En cada uno de los estantes, delante de los manuales de derecho, hay retratos de su familia. “Esperen que los tapo”, pide Camporini antes de posar para el fotógrafo. Mientras coloca boca abajo cada una de las imágenes, advierte: “tenemos que tener mucho cuidado”. Desde que la Justicia ordenó las detenciones de los líderes de Los Monos el juez y los fiscales que investigan a la banda debieron reforzar las medidas de seguridad.

Camporini tiene 58 años y otros expedientes que lo obligaron a vivir en estado de alerta. Ingresó a la Justicia Federal a los 18. A los 22 se recibió de abogado en la Universidad Católica. A partir de 1986, como secretario de la Cámara Federal Penal, participó de los primeros juicios por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar en Rosario. Una tarde de aquel año alguien dejó en su oficina una granada de mano. El mensaje era claro: no seguir investigando. Sus colaboradores transformaron el símbolo, le grabaron su nombre y lo convirtieron en porta-encendedor. Ahora forma parte de los objetos que adornan su escritorio. El de un hombre que asumió como juez correccional en la Justicia provincial y luego estuvo al frente de un juzgado de instrucción. Desde hace 21 años es uno de los tres fiscales de Cámara de la Circunscripción Rosario, con competencia sobre un total de 18 fiscalías de instrucción de la ciudad y las vecinas San Lorenzo, Villa Constitución, Casilda y Cañada de Gómez.

La causa que tiene en la mira a Los Monos –se los acusa de conformar una asociación ilícita para cometer delitos- es la más importante que tramita hoy en los tribunales provinciales de Rosario. Se inició en septiembre pasado a partir del homicidio del Fantasma Martín Paz, contador de la banda y cuñado del supuesto organizador, el Pájaro Cantero. El asesinato del Pájaro Claudio Cantero -jefe de Los Monos- el 26 de mayo pasado aceleró todo. El juez Vienna ordenó una treintena de allanamientos y la detención de varios miembros. El 28 de mayo, después de la seguidilla de asesinatos que siguió a la muerte del jefe, Camporini firmó la resolución que creó un equipo especial de fiscales para investigar los homicidios de la guerra narco y evitar la dispersión de las causas. Lo hizo a partir de una orden del procurador de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe, Jorge Barraguirre. El grupo de cuatro fiscales de instrucción quedó bajo la supervisión de Camporini y su par, Cristina Rubiolo. En la resolución también se creó un grupo de investigaciones de la Unidad Regional II de policía, que trabaja bajo las órdenes de los fiscales.

Camporini explica: “en Santa Fe no tenemos competencia para juzgar los delitos que se vinculan con las drogas”. Y agrega: “estas organizaciones también se dedican a otro tipo de delitos: corrompen a ciertos sectores policiales, manejan armas, ordenan asesinatos o se constituyen en sicarios para matar personas. Todos esos delitos -salvo el narcotráfico- son de competencia provincial”.

A partir de escuchas telefónicas y seguimientos, el juez pudo determinar la estructura de la banda y las complicidades policiales. También la participación de Los Monos en una serie de crímenes con imputados no individualizados. Se las conoce como causas NN. “La idea es que a medida que se vayan determinando las relaciones, los expedientes se vayan acumulando y se haga una sola causa”, explica Camporini.

El objetivo de la megacausa por los crímenes de la guerra narco está cerca: hace algunos días el juez Hernan Postma -que investigaba el asesinato del Pájaro Cantero- envió a Vienna su expediente. En los próximos días podría ocurrir lo mismo con las otras investigaciones. A medida que suceda, Camporini delegará sus tareas como co-coordinador del equipo especial de fiscales a su colega Cristina Rubiolo.

El fiscal lo cuenta con su hablar pausado, los codos apoyados sobre una pequeña pila de expedientes. Sobre el escritorio, junto con la granada porta-encendedor hay una balanza que representa a la Justicia y un cenicero de vidrio con una pelota de rugby miniatura en su interior. Durante su juventud Camporini practicó ese deporte en el colegio Sagrado Corazón y en el club Duendes. Ahora, para liberar las tensiones del trabajo judicial, el fiscal practica pilates y sale a caminar. Otra de sus pasiones es el fútbol, “pero sólo como hincha”, aclara. Newell’s Old Boys, el equipo de sus amores, acaba de consagrarse campeón del torneo local esta semana. Como todo leproso, además, tiene una obsesión: la Copa Libertadores.
La fiscal Rubiolo entra en el despacho, saluda y se excusa de participar de la entrevista. Se la ve preocupada. Tampoco quiere que le saquen fotos. La noticia del plan para atacar al juez alteró la agenda de todos los que intervienen en la investigación. Camporini lo sabe, pero sonríe. No tiene miedo, es precavido. “Tenemos que cuidarnos”, repite como si fuera un mantra.

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