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Unos días antes del día de la madre de 2010, Maximiliano compró dos pares de zapatos en una sucursal de Grimoldi en Rosario. Uno para su mamá y otro para su mujer.

Cuando su mujer quiso usarlos, se dio cuenta de que uno de los zapatos tenía un defecto de fabricación. Maximiliano fue a Grimoldi y pidió que se lo arreglaran. La zapatería dijo que sí pero cuando se los devolvieron dos semanas, el desperfecto todavía estaba ahí.

El conflicto se extendió por varias semanas y los zapatos llegaron a la casa central en Buenos Aires para ser reparados. Cuarenta días después, Grimoldi le ofreció a Maximiliano cambiarlos por otro par. Pero ya no tenían stock: tenía que ser de otro modelo.

El cliente mandó una carta documento a la empresa y después empezó un expediente en la Dirección General de Comercio Interior y Servicios. Luego hubo un juicio en el Juzgado de Primera Instancia de Circuito en el que la justicia ordenó a Grimoldi a pagar 390 pesos por el daño material y mil pesos de multa. Maximiliano apeló la sentencia y el caso llegó a la Cámara.

Los zapatos costaron 400 pesos pero los maltratos recibidos por el cliente cuando reclamó por el defecto elevaron el monto de la multa. La Cámara falló teniendo en cuenta la ley 24.240 de defensa del consumidor. "Es una regla de oro en materia comercial -largamente sustentada en épocas pasadas y progresivamente dejada en desuso por buena parte del comercio actual- el eslogan: el cliente siempre tiene razón", dicen los jueces Ricardo Netri, René Galfré y Ricardo Silvestri en la sentencia. La Cámara revocó la sentencia de primera instancia y dictaminó una multa de 1500 pesos por daño moral, 5000 pesos por daño punitivo y los intereses desde la fecha de compra.