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Infojus Noticias

1-6-2014|15:23|Doble crimen SaltaProvinciales
Entrevista exclusiva al padre de una de las turistas asesinadas

"Esta investigación fue un desastre, pero necesito confiar en la justicia"

Lo dijo Jean Michel Bouvier, padre de Cassandre, asesinada junto a su amiga Houria Houmni en 2011. "El jueves me vuelvo a París pero voy a volver y a pelear para que eso no quede impune y para la creación de una policía judicial en Salta", dijo. Este lunes se leerá la sentencia por el doble crimen.

  • Jean Michel Bouvier, padre de Casandre Leo Vaca
Por: Ana Fornaro

El sábado 30 de julio de 2011, Jean Michel Bouvier terminaba de cenar con su hija Aliénor en su departamento de París. Conversaban en el living con el ruido de fondo del televisor. Estaban angustiados. Nadie tenía noticias de Cassandre. Había participado de un coloquio en Buenos Aires en el mes de junio y después viajado unos días a Salta con Houria Moumni, una compañera del Centro de Altos Estudios de América Latina de la Sorbona. Cassandre era historiadora y tenía 29 años. Houria, socióloga, y tenía 24.

Esa mañana, este financista experto en políticas públicas, había hecho la denuncia ante el Centro de crisis del Ministerio de Relaciones Exteriores. Después le había pedido a su hija menor que fuera a su casa: quería que esperaran juntos. En eso estaban cuando la tele emitió un flash informativo. Con una imagen de montañas de fondo, la placa anunciaba el horror.

“Fue la peor manera de enterarme. La más violenta. La más cruel”, dice a Infojus Noticias casi tres años después desde otro departamento, el que ocupa en el centro de la ciudad de Salta a la espera de la sentencia por la violación y asesinato de su hija. Cassandre era la del medio, la viajera y militante. La más unida a él.

“Inmediatamente después del informativo, me llamaron del Ministerio para confirmarme la noticia. Estaba furioso. Los insulté. Y redacté una carta al canal de televisión. En esos momentos uno no razona. Tiene pensamientos oscuros. Hasta no ver su cuerpo, seguía con la esperanza de que fuera otra chica. Y eso es terrible. Porque es como si le trasladaras el dolor a otra persona”.

“Salta es casi feudal”

A la semana, Bouvier estaba en la morgue de Salta: no era otra persona. “Tenía una expresión a la vez trágica y digna, como de alguien que había luchado. Puede ser una fantasía, pero eso fue lo que sentí”, cuenta con la mirada empañada.
Bouvier, este hombre que sorprendió a todos por su temple durante el juicio oral, habla pausado, mide sus palabras pero no da rodeos. Es frontal, como lo era Cassandre. “Es raro, porque éramos muy diferentes pero estábamos formateados igual. Ella era igual de pesimista que yo, pero mucho más generosa. Muy abierta al mundo. Quería hacerlo todo. Y era la que unía a la familia. Incluso cuando nos peleábamos.”

El departamento es austero, el living-cocina está despojado. Las ventanas están abiertas y desde allí se ven las montañas que rodean la ciudad, una imagen muy parecida a la del informativo de aquel 30 de julio, dice. Se instaló allí solo. Su ex mujer y sus dos hijos se volvieron a Francia hace unas semanas. La familia de Houria también. “Yo me jubilé este año. Alguna gente aprovecha para pescar, o para dedicarse a la jardinería. A mí me tocó esto”, agrega con un dejo irónico.

“Esto” es el juicio. Pero “esto” es también haber adoptado desde el principio una tenacidad que lo llevó a poner en duda el manejo de la investigación de la policía y del juez de instrucción Martín Pérez. Se sumergió en una sociedad y cultura que le eran ajenas y trató de entender. Pidió cifras, investigó sobre violencia de género en la provincia, se acercó a otros familiares de víctimas y marchó con ellos en la plaza 9 de julio. Incluso llegó a pedir que se incorporara la figura de feminicidio en el Código Penal francés. Buscó más respuestas que las que daba la justicia y se dio cuenta que las pruebas que inculpan a dos de los acusados del crimen de Cassandre y Houria no eran suficientes. Esa duda lo hizo separarse del resto de los querellantes, entre los que están sus otros dos hijos. “Para mí fue difícil, porque por un lado no quise quebrar la solidaridad, pero por otro no quise seguir algo con lo que no estaba de acuerdo éticamente”.

“Por suerte existe gente como el señor Bouvier”, dicen algunos salteños, los que marchan contra la impunidad judicial todos los viernes, entre ellos, los familiares de Daniel Vilte Laxi, uno de los acusados. “Gracias a él no van a meter preso a perejiles”, agregan otros. Para las víctimas de violencia policial o de la justicia, Jean Michel Bouvier se convirtió en una especie de héroe. Le acercan estampitas, le dicen que rezan por él. Lo ven como a un salvador.

Medido, pero reactivo al fin, Bouvier se enardece cuando escucha esto. “La gente es muy amable y mucha está muy desamparada. Pero no puedo asumir ese lugar. Son ellos los que tienen que luchar para cambiar la situación en la que viven. Salta es casi feudal. Hay mucho clasismo y racismo soterrado y sé qué es difícil. Yo solo hice la parte que me toca. Que fue tratar de comprender. Esta investigación fue un desastre. Ni siquiera estoy seguro de que la fecha de la muerte de las chicas sea el 15 de julio. La acepté porque había que fijar alguna. Y la fecha de la muerte es la piedra angular de cualquier investigación. ¿Cómo le vas a exigir una coartada a un detenido si ni siquiera está claro el día que tiene que justificar?”.

La verdad es algo que se escapa

El padre de Cassandre conoce de memoria las innumerables teorías que rodean al crimen de su hija y su amiga. Desde conspiraciones del gobierno hasta las “fiestas negras” de San Lorenzo y el encubrimiento de “hijos del poder”. No se casa con ninguna. Él es racional, insiste, y para todo necesita pruebas. “Todo el tiempo viene gente a hablarme, a decirme que saben cosas que me pueden servir. Pero necesito confiar en la justicia salteña y en las instituciones. De hecho, el Tribunal del juicio reaccionó muy bien. Ha tenido un accionar impecable. Acá los problemas fueron de la instrucción y de la policía, que torturó a detenidos en busca de culpables. El jueves me vuelvo a París pero voy a volver y a pelear para que eso no quede impune y para la creación de una policía judicial en Salta. Y no lo digo con vanidad. Sólo que es lo que mi hija hubiera querido”.

Un día antes de la sentencia, está convencido de que la verdad es algo que siempre se escapa. Pero es su Grial, dice este ex militante del Mayo francés. La vida nunca fue justa. Se divorció joven y crió solo a sus tres hijos. Se volvió a casar y el cáncer mató a su segunda esposa. Ahora espera en este departamento semivacío, mirando las montañas por la ventana de una ciudad que, extrañamente, le recuerda a su Marruecos natal. Camina por sus calles sin odio; no tiene rencor. A veces siente culpa. Culpa de no haber estado más pendiente, culpa de haber sido un adicto a su trabajo. Incluso culpa de haberle puesto a su hija “un nombre que signó su destino”: Casandra, la sacerdotisa y profeta de la mitología griega, también terminó violada y asesinada. Pero esos son, otra vez, los pensamientos oscuros. Y si vienen, dice, hay que dejarlos pasar.
 

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