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Infojus Noticias

7-10-2015|17:19|CONDENA Buenos AiresProvinciales
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En Necochea

24 años para dos hombres que mataron a un joven por robar un celular

En abril de 2014, Jorge Mercado y César Elía buscaron a Ariel Percara, que le había robado el celular al hijo de uno de ellos, y cuando lo encontraron, lo apuñalaron, cargaron a una camioneta y tiraron al río Quequén. Tres después, el cuerpo del joven apareció flotando en la orilla. El lunes, el Tribunal Criminal Oral N° 1 los consideró culpables del homicidio agravado por alevosía.

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Por: Infojus Noticias

Después de robar un celular, Ariel Percara pasó esa noche tratando de escapar por las calles de Necochea, en la costa bonaerense. Los perseguidores, Jorge Fabián el “Cola” Mercado y César Alejandro el “Ruly” Elía –amigos de su padre– lo encontraron dormido en la vereda, frente al mercadito del barrio. Le dieron una puñalada en el tórax y lo cargaron en una camioneta. El cuerpo del joven apareció tres días después, flotando en la orilla del río Quequén. La declaración de una testigo permitió llevar a juicio a los dos acusados del crimen, que el lunes fueron condenados a 24 años de prisión.

“No se trató de un linchamiento, de una reacción popular, sino que tuvo las características de un ajuste de cuentas. Percara le había robado el celular al hijo de uno de estos hombres. La reacción responde a ciertos códigos barriales”, explicó a Infojus Noticias el juez Mario Juliano, presidente del Tribunal Criminal Oral N° 1 que condenó a los acusados.

En el juicio, la fiscal Silvia Gabriele reconstruyó los hechos a partir de las declaraciones de los testigos. El padre de la víctima, Jorge Percara, contó que la noche del 13 de abril de 2014 sus amigos, el Cola Mercado y el Ruly Elía, llegaron hasta su casa en una camioneta. Le contaron que su hijo Ariel acababa de robarle el celular al hijo de Mercado. El hombre les dijo “que lo buscaran por ellos mismos y que le pegaran una paliza ‘para que aprendiera’, pues ya era mayor y su padre sentía que ya no lo podía manejar”, explicaron los jueces en la sentencia.

Ariel tenía 24 años y una hija de tres. Desde hacía un tiempo, vivía en la calle. Su madre lo había convencido para que se internara en una clínica de rehabilitación por su consumo problemático de drogas. Después de robarle el celular al hijo de Mercado, dio vueltas por la calle y durmió en el frente de una casa, en Calle 94 entre calles 53 y 55.

Al día siguiente, el Cola y Rudy continuaron la búsqueda. Lo encontraron durmiendo en la vereda y lo despertaron de una patada en la cabeza. Una vecina que iba al mercadito vio cómo se resistía cuando los dos hombres intentaban cargarlo en un vehículo utilitario. En el forcejeo, perdió una zapatilla que luego encontraría su cuñada.

—Vos te vas conmigo —gritó uno.

—Traeme,  traeme que a este lo aflojo— dijo el Ruly a su compañero.

El Cola le alcanzó una cuchilla que sacó del interior del vehículo. Ruly “aflojó” a Ariel de dos puntazos. Con su compañero, lo metieron en la camioneta y se fueron.

Ese día, el hermano de Ariel y un amigo fueron al barrio “Cincuenta y tres viviendas” a buscar noticias del joven. El Ruly los recibió en la puerta de su casa, con una carabina en la mano. El Cola les dijo que “a Ariel lo habían cagado a palos y lo habían tirado frente a la casa de sus padres”.

La familia de Ariel denunció la desaparición y la policía se sumó a la búsqueda. Tres días después, una mujer que caminaba por la ribera del Quequén vio el cuerpo del joven en el agua.

La autopsia comprobó que el joven todavía estaba con vida cuando lo arrojaron al río. Los médicos constataron golpes en el cráneo y dos heridas cortantes: una en el cuello y otra en el tórax, que le perforó un pulmón. El cuerpo estaba lleno de agua y en un estado avanzado de descomposición.

En el juicio, la fiscal Silvia Gabriele pidió que se condenara a cadena perpetua a los dos acusados por el delito de homicidio agravado por alevosía.

“Yo a Ariel no lo maté. Fui a decirle al padre que le iba a pegar para darle escarmiento. Ni el padre ni la Justicia podían hacer ya nada con él, no lo podían frenar. Pido disculpas a la familia por lo que pasó, pero no quise matarlo”, declaró el Ruly, durante el juicio. Insistió: “Yo no lo maté. Él se tiró al agua. Lo vi que se iba nadando. Ya no lo vi más”. Su compañero dijo algo parecido.

Los jueces Mario Juliano, Luciana Irigoyen Testa y Mariana Giménez no les creyeron. En la sentencia, de 50 páginas, los magistrados valoraron la declaración de una decena de testigos, los informes médicos y el hallazgo de la llave del utilitario en la casa de uno de ellos y los condenaron a 24 años de prisión.

SO/LL

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