Los distintos trabajos publicados en INFOJUS NOTICIAS hasta el 9/12/2015 expresan la opinión de sus autores y/o en su caso la de los responsables de INFOJUS NOTICIAS hasta esa fecha. Por ello, el contenido de dichas publicaciones es de exclusiva responsabilidad de aquellos, y no refleja necesariamente la posición de las actuales autoridades del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos respecto de los temas abordados en tales trabajos.

Infojus Noticias

22-6-2013|11:45|Memoria Nacionales
Inspección ocular al centro clandestino

Una visita a Orletti, la sede del Plan Cóndor en la Argentina

Es un viejo taller que, con esa fachada, funcionó en 1976 como centro clandestino. Dependía de la SIDE y pasaron por allí más de 200 secuestrados, muchos de ellos uruguayos, bolivianos y chilenos. Se recuperó en 2006 y hoy es un sitio de memoria.

  • El silencio de hoy contrasta con los ruidos típicos de un taller que hacía de fachada del centro clandestino. Fotos: Leo Vaca.
Por: Natalia Biazzini

La cortina metálica con más de diez impactos de bala es lo que primero que observaron desde el Tribunal Oral Federal N°1 en la inspección ocular realizada en Automotores Orletti. Fue el viernes pasado y además de los jueces estuvieron la fiscalía y los abogados defensores y querellantes. No hubo testigos ni sobrevivientes en la visita. El absoluto silencio de hoy contrasta con los ruidos típicos de un taller mecánico que hacía de fachada del centro clandestino, que funcionó de mayo a noviembre de 1976. Orletti es una de las cuatro causas que se trata en paralelo en la causa del Plan Cóndor.

En Venancio Flores 3519, del barrio porteño de Floresta, frente a las vías del tren Sarmiento, se camufló este centro de tortura y muerte que alojó a unas 300 víctimas de la última dictadura y que dejó pocos sobrevivientes. Poco después del golpe del 24 de marzo de 1976, el lugar fue alquilado por agentes de la SIDE de Otto Paladino. También tenían injerencia militares uruguayos y la Policía Federal. Fue la sede en Buenos Aires para la detención ilegal de militantes opositores a las dictaduras del cono sur.

La patota de la SIDE lo llamaba El Jardín. Una de las víctimas que logró escapar había leído “automotores ortell”. En realidad era Cortell, porque se le había caído la letra C. a Santiago Cortell, que había sido el propietario del lugar hasta su expropiación, en 2006. Después se generó la confusión con el nombre. En el juicio que se hizo en 2011 por los delitos de lesa humanidad sucedidos en Orletti, Cortell dijo desconocer lo que pasó en su propiedad. En los ‘80 vivió ahí con su familia y remodeló algunas cosas, colocó un segundo techo y empapeló dos habitaciones.

La cortina metálica de entrada mide siete metros de ancho. Después de 37 años,  aún se ven orificios de balazos. Por Orletti pasaron más de 300 secuestrados, muchos de ellos uruguayos, bolivianos y chilenos.

En el playón de la planta baja no hay más que algunas herramientas y una mesa con sillas. En el ´76 era habitual ver chasis de autos desparramados y los motores de autos encendidos para silenciar los gritos desgarradores de dolor. De ese sitio es difícil no hacer referencia al testimonio de Sara Méndez. Declaró en el juicio, que en Orletti sentía olor a pus, que salía del cuerpo infectado de Carlos Santucho, hermano de Mario, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo. “Estaba muy deteriorado por la tortura, era una llaga viva que se arrastraba por el piso delirando. Lo introdujeron en un tambor de agua con la cabeza para abajo para matarlo”.

Hoy toda la planta baja está vacía. El silencio es dueño del lugar. En uno de los costados, una escalera empinada de base de concreto y escalones de madera conducía a las salas de tortura. Por ahí subía la mayoría de los detenidos.

Hoy esa escalera está clausurada, así que los visitantes subieron por la otra escalera, que tiene un tramo de mármol y otro alfombrado. La primera sala en el primer piso, que daba a la calle, perteneció al mandamás de Orletti, el agente Aníbal Gordon, hoy fallecido, que la usaba como oficina. La habitación contigua, hoy empapelada con un diseño infantil y con un ropero empotrado a la pared, habría sido utilizada por los represores uruguayos Manuel Cordero Piacentini y José Niño Gavazzo para torturar a sus víctimas.

A diferencia del fiscal Pablo Ouviña, no fueron muchas preguntas que hicieron los jueces. Es que Oscar Amirante y Adrián Grumberg ya conocían el lugar por otra inspección ocular. También estaban Pablo Laufer y Ricardo Ángel Basílico como juez subrogante. En 2011 el mismo TOF1 condenó a veinte años de prisión a Eduardo Cabanillas, Honorio Martínez Ruiz, Eduardo Alfredo Ruffo y Raúl Guglielminetti, hombres propios de Orletti.Los abogados particulares de algunos de los 24 imputados de la causa no se atrevieron a pisar un espacio de memoria.

Hay algunas habitaciones que no sabe bien para qué las utilizaron. Orletti se caracterizó por no ser un lugar estructurado, a diferencia de otros centros clandestinos. Los usos de las habitaciones podían cambiar de improviso.

En la recorrida, se pasó por un baño y una cocinita a la cual los detenidos no habrían tenido acceso.

Después se llegó a la sala de torturas, un aposento de 25 metros cuadrados y techo alto. Era inevitable para los presentes no recordar los testimonios desoladores de los sobrevivientes. “En esas vigas se colgaba a los detenidos, debajo de ellos el piso mojado y electrificado”, declaró un sobreviviente. En ese lugar había una mesa donde los represores hacían grandes comilonas y escuchaban la radio. Treinta y siete años después, todavía se percibe la atrocidad y la crueldad, como si estuvieran grabadas en las paredes.

Ahí mismo, el tribunal observó una vieja caja fuerte de color verde moho de un metro sesenta de alto. La caja habría pertenecido a los represores y hay indicios de que fue trasladada de otra habitación, quizás desde la de Gordon. Algunos creen que ahí guardaron el botín que les robaron a los militantes uruguayos del Partido para la Victoria del Pueblo (PVP) después de un operativo en la casa de Adalberto Soba Fernández en Haedo.

De la sala de tortura se accede a otro cuarto donde, según testimonios, descansaban los represores y donde también se sentían voces de niños. Nada de esto pudo escuchar el TOF1 porque uno de los tres abogados defensores oficiales exigió que el guía no contara a partir de testimonios, sino que se abstuviera a la descripción física del lugar.

Lindante a una de las paredes había dos cuartos pequeños que funcionaron como celdas, que fueron construidas con bloques de cemento colocados de forma desprolija por los agentes. Allí se distingue la huella de un orificio de ametralladora que los peritos confirmaron años después.

La historia de ese balazo la relató el sobreviviente José Luis Bertazzo, que pasó dos meses secuestrado en Orletti. Identificó a chilenos, uruguayos, paraguayos y bolivianos entre los detenidos, quienes le dijeron que eran interrogados por oficiales de sus propios países. En el juicio declaró que estaba acostado junto con otro compañero que estaba muriéndose por las torturas y pedía médico. Los represores pedían que se callaran, pero Bertazzo no les hizo caso. Entonces, les dispararon desde la otra habitación para silenciarlos.

A pocos metros de ahí está una celda a la que los organismos de DD.HH. llamaron Gatti. Ahí alojaron a uno de los referentes máximos del PVP Gerardo Gatti Antuña, secuestrado el 9 de junio de 1976. Fue uno de los primeros detenidos en Orletti. Atrozmente torturado, los represores los exhibían ante los detenidos para atormentarlos y demostrar su poder. 

Orletti cerró su cortina metálica a mediados de noviembre de 1976, luego de que los secuestrados José Ramón Morales y su esposa Graciela, se fugaran, desnudos, en medio de la noche.

La trágica historia del viejo taller no terminó durante la dictadura. En 2000 el lugar recibió denuncias de que funcionaba allí un taller clandestino. Luego de una larga tarea de lucha llevada adelante por organismos de derechos humanos y sobrevivientes, logró recuperarse. Se desarrolló un trabajo de investigación y sistematización de datos acerca de los represores que actuaron. Y en 2006, la Legislatura porteña lo declaró de utilidad pública y se expropió, para garantizar su preservación. Hoy es un sitio de memoria.

VER LA FOTOGALERÍA COMPLETA

Relacionadas