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Infojus Noticias

29-5-2015|14:07|Extradición Nacionales
Tenía dos pedidos de extradición de Uruguay y España

Para la Corte, el ladrón de mapamundis tiene que quedarse en Argentina

El uruguayo César Ovilio Gómez Rivero está acusado de robar mapas antiguos en museos y bibliotecas históricas españolas, uruguayas y paraguayas. "El negro” quedó en la historia por ser sindicado como el autor del robo en 2007 de mapamundis incunables de la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional de España.

Por: Gustavo Ahumada

La Justicia argentina no extraditará a quien es sindicado como el autor del robo de once mapamundis españoles del siglo XVI de la Biblioteca Nacional de España y de otros tanto de bibliotecas de Uruguay. La Corte Suprema resolvió el único de los dos pedidos que quedaba realizado por Uruguay para poder extraditar a César Ovilio Gómez Rivero.

En concreto hubo dos pedidos de extradición contra Gómez Rivero. El primero requerido por España por los delitos de daño agravado, hurto agravado, robo agravado y contrabando. Delitos con penas de hasta 8 años de prisión. El expediente que se inició en Argentina fue derivado al Juzgado Federal de Campana a cargo del juez Adrián González Charvay. Recién a fines de diciembre del 2013 y principio de febrero de 2014 se hizo el juicio oral de extradición.

En el ínterin del juicio España solicitó la indagatoria de Gómez Rivero. Aunque la pidió a través de una rogatoria, esto es, que el juez argentino haga la indagatoria para el juez español. El 5 de febrero de 2014 el juez González Charvay finalmente rechazó la extradición a España por considerar que, aunque por las leyes argentinas el caso no se encontraría prescrito, sí había prescrito en España, por la “falta de actividad judicial en tiempo oportuno”. El fiscal federal no apeló la decisión, y el rechazo quedó firme.

Pero llegó otro pedido. El Juzgado de Campana recibió la solicitud contra Gómez Rivero de Uruguay. Este por el robo de “Libros, Manuscritos, Sellos, Mapamunids, y Objetos de arte” sustraídos entre 1998 y 2007 en la Biblioteca Nacional y en “diversas bibliotecas” de aquel país. Esta denuncia se adjuntó a la extradición pedida por España y tuvo el mismo final.

Pero a diferencia de la extradición de España, aquí sí el fiscal apeló y el caso llegó a la Corte Suprema que con las firmas de Ricardo Lorenzetti, Elena Higthon y Juan Maqueda dejaron firme esta decisión en una sentencia firmada el pasado 27 de mayo y “tuvieron por desistido, por falta de fundamentación, el recurso del fiscal federal”.   

“El negro”

Casi como una leyenda, “el negro” se metía en museos y bibliotecas históricas en España, Paraguay y Uruguay. Gómez Rivero quedó en la historia por ser sindicado como el autor del robo en 2007 de mapamundis incunables de la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional de España. Él nunca lo afirmó, pero tampoco lo negó.

Aunque nacido en Canelones, Uruguay, hoy con 68 años vive en Buenos Aires. Está calvo y apenas supera el metro sesenta. Quienes lo consideran uno de los ladrones más sutiles de piezas históricas cuentan que consigo llevaba un estuche de anteojos que perecen los de un hombre ávido por ver piezas del siglo XVI. Aunque dentro de él una pequeña cuchilla, al estilo de las hojas de afeitar, le permite llevar a cabo su plan y llevarse mapamundis incunables. Esto está en los expedientes.

No está muy claro sin embargo como se producían los robos. La sala del tesoro “Cervantes” de la Biblioteca Nacional de España tiene unos 20 mil documentos históricos y para ingresar allí hay que sortear los “cacheos”. No se puede entrar con nada de metal por los detectores que hay, y a la sala sólo se puede entrar con un lápiz y un block de hojas, ni un estuche. Ni el saco se puede usar. Cómo se producían los robos es otro misterio. Para la Justicia española la clave estaba en el estuche de los anteojos.

Gómez Rivero  aún vive en Buenos Aires pero su abogado, Fernando Soto, sostiene que “está muy mal económicamente”. Dos de los otros incunables robados fueron ubicados en Nueva York en posesión de un coleccionista y un tercero en Sydney, Australia, en el domicilio de un anticuario que los compró en Londres en una subasta.

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