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Infojus Noticias

30-4-2015|10:12|#madres38años Nacionales
Una coedición de Editorial Marea y Madres Línea Fundadora

"Las viejas": fotos y voces de la historia de Madres de Plaza de Mayo

Veintinueve caminos y vivencias entretejidos por una historia colectiva, de militancia y fortaleza. En "Las viejas", las Madres hablan con tiempo y libertad; se acuerdan y nos cuentan cómo fue el camino desde los secuestros hasta la Plaza, desde la Plaza hasta los juicios.

  • 10 de diciembre de 1981. Primera marcha de la Resistencia. Carlos Villoldo
Por: Infojus Noticias

La idea de hacer este libro surgió de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora por la necesidad de dejar una versión propia de su historia y contar en primera persona cómo se conocieron, cómo se organizaron, cómo se fueron construyendo. 

Muchas, la mayoría de las madres, ya no están con nosotros. Pero cada una de las que participan en este libro dio su testimonio y contó lo que recuerda de estos años junto a sus compañeras. Esos recuerdos no son todos iguales, en muchos casos se contradicen y forman un coro heterogéneo. Este libro es el tejido de todos esos recuerdos, de todas esas historias que junto a las otras forman una más amplia, una de grupo. 

No es un libro de historia, no es un ensayo: es el cuento que nos cuentan las viejas, un poco como los abuelos en las historias hacen con los nietos alrededor del fuego, como los sabios del pueblo hacen con los más jóvenes. (Del prólogo de "Las viejas")

“Me propuse encontrar una azucena para empezar a pensar la tapa de este libro y me sorprendí mirando páginas y páginas de flores que nunca, en ningún caso, están solas: las azucenas se dan en racimos. Es difícil encontrar una que diga ésta soy yo. Son seres múltiples que hacen espacio para otras todo el tiempo en la misma rama, y de este modo parecen florecer mejor. Crecen estirando sus pétalos para rozarlos con los de otras, sacan provecho en sostenerse mutuamente, en tomarse como referencia.” (de Nota del Editor)

Responsables de la edición de "Las viejas": Ana Giannoni y Virginia Giannoni.

Con vida se los llevaron

“Cinco menos cuarto de la mañana vinieron. Fueron a la casa de mi hijo y le robaron todo, hasta la cuna de mi nieta. Todo se llevaron’”. (Gertrudis Fontanella)

 

Las Madres descubren a un agente de inteligencia en medio de una acción. Foto: Mario Manusia

 

“Justo mi hijo estaba leyendo un libro: Al pie del cadalso, ¡justo ese libro!, cuando oye que con la culata de los fusiles por poco no tiran la puerta. Después supimos que toda la manzana estaba rodeada de militares, con los camiones. (…) Entonces dice mi hijo: ‘Estos son ellos, papá’. (María Gastón).

“A mi hija y a los chicos se los llevaron de mi casa vivos. Punto. Nada más. Cuando me preguntan qué me imagino... yo no imagino, para mí Ana tiene la edad que tenía cuando se la llevaron”. (Mirta Baravalle)

Azucena Villaflor de De Vincenti en una foto familiar.

La Plaza

“Miedo no tenía. Tenía bronca, como la sigo teniendo ahora. Pero miedo no”. (Elia Espen)

“Yo no hablaba con nadie, yo veía que una le decía a la otra: ‘¿Usted viene a lo mismo que yo?’, y se hablaban. Yo nunca me metía, para mí esa no era gente que buscaba a los hijos desaparecidos, yo estaba en lo mío y esperaba’”. (Aurora Morea)
 

“Yo tampoco podía nombrar un campo de concentración. Era nada más que mi hijo no estaba, no sé...” (Sara Brodsky)



“De lo único que nos enteramos yendo a los ministerios es de que había madres en la Plaza de Mayo”. (Sara Rus)

"'Viernes es día de brujas, y trae mala suerte, ¿por qué no venimos otro día de la semana?’. Y otra voz dice: ‘Lunes... lunes es día de lavar la ropa’. La mayoría evidentemente no teníamos lavarropas, entonces era un día de lavado. (...) ‘Bueno, nos queda el jueves’, acordamos. Recuerdo la voz de Azucena diciendo: ‘Mirá, hay que venir a la hora de los bancos porque es cuando pasa la gente por la plaza’”. (Nora Cortiñas)

“Yo llegué dos horas antes. Siempre digo, éramos las palomas y yo. De la Casa de Gobierno a lo mejor mirarían y habrán dicho: ‘Mirá esa vieja ahí fumando’. No miraba nada. Pensaba: ‘Vendrán... no vendrán…’” (Pepa Noia)
 

“Adelina me había dicho: ‘Me voy, me voy para la plaza’, y yo le dije: ‘¿Qué plaza?’ y ella no me llegó a decir que salió corriendo, y entonces yo la fui siguiendo. Y cruzo y la veo a ella, a Adelina, y entonces dije: ‘Es acá’. Y a la primera que me choco es a Azucena, que me dice: ‘¿A vos qué te pasa?’. ‘Y... supongo que lo que les pasa a todas acá’, le dije, y me puse a llorar”. (Aída Sarti)

Marcha de la Resistencia de diciembre de 1983. Foto: Adelina Dematti de Alaye

“A Azucena de entrada le tuve desconfianza, tenía miedo de que perteneciera a algún partido político. Entonces le pregunté: ‘¿A vos quién te manda?’ Y ella me contestó: ‘¿Cómo quién me manda? Nosotras, si estamos juntas, untas podemos llegar a hacer algo; separadas, nada’”. (Haydeé Buela)

“Era llegar a la plaza y ver grupitos, uno acá, otro allá, uno se acercaba a alguno de los grupos, y por ahí uno era una madre que tenía una carta que se le había ocurrido escribirle al general no sé cuánto, y entonces estaba viendo si alguien más quería firmar esa carta, y otra que contaba una cosa que había sabido… Eran así, grupitos, y en cada grupito vos algo sabías de lo que estaba pasando”. (Ilda Micucci)

“Veo como quince personas, estaban todas en la estatua de Belgrano. Me acerco... ‘¿serán? ¿no serán?’.¿Viste?, porque uno tenía desconfianza de todo. Me acerco al grupo lentamente y sale Tita Maratea y me dice: ‘¿A quién tenés desaparecido vos?’. Y yo desconfiada le dije: ‘¿Y cómo sabes que puedo tener a alguien desaparecido?’. ‘Por la cara de tristeza que tenés’, me dijo”. (Carmen Lapacó)

“Ningún jueves faltaba. Yo ahora no vengo más porque ya no doy más. Pero no faltaba un jueves, yo venía siempre, siempre, siempre. (…) Sí llovía también, y la policía que andaba... Una vez uno me puso la ametralladora acá en el hombro, quería que salga de la plaza. Bueno, salí, me di vuelta, y entré por el otro lado”. (Negrita Vargas)

"Estaba muy vigilada, no permitían ni entrar. El primer jueves que logramos volver a entrar estaban con los caballos, los perros. La circundábamos por la vereda de enfrente, dábamos la vueltita casi por las calles que la rodean. (…) Y siempre con los perros ahí al acecho, cebados los llevaban me parece. Al otro jueves volvimos. Siempre intentábamos volver, nunca se dejó de intentar. Aunque sea en la vereda de enfrente, a media cuadra de distancia, pero con presencia, ¿no?, acechando. O sea que el espacio no se abandonó nunca, no el perimetral solamente, un espacio geográfico amplio, siempre se tomó posesión de ese lugar”. (Carmen Cobo)

“Entonces fuimos entendiendo y convenciéndonos de que lo que nosotras hacíamos, gritar, estar en la plaza, era nuestro deber. Buscar ya no al hijo solo, sino unirnos todas y buscarlos. Era la época de ‘nuestros hijos y todas las madres’, no era algo individual”. (Enriqueta Maroni)

“Los hombres tenían que trabajar, pero además un grupo muy grande de padres estaba detrás de la plaza, muchos estaban en las esquinas mirándonos dar la vuelta y vigilando continuamente. Mi marido hacía las gestiones de ver a una persona u otra en horario de la mañana. Cuando yo lo veía a Marcos que se ponía una corbata era porque tenía que ver a alguien, y trabajó mucho, y muchos padres trabajaron”. (Clara Weinstein)

Foto: Gonzalo Martínez.

“Tengo una foto entrando a la plaza con Pérez Ezquivel, Hebe, y María del Rosario, el día que nos tiraron encima los caballos. No nos dejaban entrar y yo dije: ‘Entremos, no nos van a matar’, y entramos. Yo tengo un yerno que es fotógrafo y andaba por ahí, y nos sacó una foto donde se ve que entramos ¡y parecemos soldados! Los cuatro entramos a la plaza como soldados”. (Carmen Lareu)
 

“Cuando la marcha grande nos cortaron y fuimos por la 9 de julio hasta Belgrano, y por ahí bajamos. Ahí fue la policía montada, hay fotos dando vueltas, y nosotras nos quisimos meter en la plaza. Estaban los curas también. Bueno, y nos agarramos todas de los brazos y teníamos las cabezas de los caballos acá al lado de nuestras caras. Y hay una foto que está Marta Vásquez peleando con un caballo”. (Nair Amuedo)
 

“Pero no fuimos heroínas, no hay que ponernos sobre un pedestal, porque inicialmente lo que nos movió es la cosa visceral de la mujer, de la madre que necesita saber qué ha pasado con su hijo. Eso nos hizo superar todos los miedos e insistir y perseverar. ”. (Vera Jarach)

“Esa cosa de la búsqueda y la desesperación, es como si a uno le arrancaran algo de adentro en carne viva. Y bueno, el hombre es más pensante quizás, más de actuar de otra manera. Acompaña, está, también ha sufrido mucho. Muchos hombres se han retirado de la vida, de la lucha algunos, otros se han enfermado y se han ido también. Siempre quedan las mujeres”. (Beatriz Lewin)

“Las madres no somos héroes, somos víctimas. Este es el concepto que tengo, pero no sé si es real, y si otras lo toman de otra forma yo las felicito”. (Ñeca Lepíscopo)

Las iglesias

“Se rechazaba todo lo que fuera de partidos políticos. Todo escrito ahí, así éramos de limpias. Nosotras íbamos a hablar con todo el mundo, no nos importaba de qué partido eran. No preguntábamos nada, porque ante todo el mundo había que denunciar lo que nosotras estábamos reclamando. Nos han atendido un presidente, o la esposa del primer ministro de Grecia, autoridades de cualquier índole, partidos de cualquier índole. Además con las religiones, nunca permitimos poner un crucifijo en la casa de las Madres. Aquí todo dios es bienvenido, no importa de dónde sea”. (María del Rosario Cerruti)

“Cuando acudimos a la iglesia, lo que nosotras precisábamos de la iglesia no era una ayuda espiritual, no nos interesaba eso, sino un compromiso con nuestra causa que hubiera evitado tantísimas muertes”. (Enriqueta Maroni)
 

“Las que habíamos sido elegidas para ir a hacer la huelga teníamos que estar en la Plaza de Quilmes, para entrar a la misa de las 19.00, y quedarnos. A mí me lo avisa Hebe en La Plata: ‘Sos de las que tenés que ir mañana’. Me dio esas instrucciones. (…) Yo pensé: ‘¿Y cómo hago para pedir una licencia así, tan de improviso?’. Entonces dije: ‘Me voy a romper un brazo’. Tenía que justificar que no podía ir al trabajo. Así que en el baño, contra el lavabo, me di lo más fuerte que pude, en ese momento el instinto de conservación te impide mucho, y me fui ligerito a una clínica que era especializada en eso. Incluso me atendió el director y me dijo: ‘No es fractura, pero es un golpe muy fuerte’. Yo me había caído viste, con todo el cuerpo. ‘Conviene enyesar’, me dijo. A la noche yo me sacaba el yeso para dormir”. (Adelina Alaye)

“Yo entré para pedirle a Dios por mi hija, y ahí empiezo a oír que gritaban muchas mujeres. Y en seguida veo que todas se levantan y se van y el tipo todavía estaba en el púlpito. El tipo dijo que pidamos perdón a Dios por los pecados de nuestros hijos, y ellas habían pedido una misa para pedirle a Dios que aparezcan, se me ocurre.Todas salieron”. (Aurora Bellocchio)

La justicia

“Fue lleno de lágrimas, de dolor, lleno de peleas entre nosotras, pero siempre manteniendo el rumbo de que a los chicos hay que inscribirlos en la historia. Merecían inscribirse con nombre y con gesta, con apellido, con los relatos de lo que hizo cada uno, porque ¡basta de genocidios anónimos!”. (Laura Conte)

Foto: Juan Vargas

“Era la cabeza de mi hijo, la dentadura de mi hijo, era largo, grande, 1.80 medía. ¡Y no sabés lo que hice! Saqué la cabecita, me la puse acá y lloré como una loca con la cabecita acá, y me dice:‘Mamá no la apretés porque son huesitos, los vas a romper’. ‘No, no los voy a romper, déjame abrazar la cabecita’, le digo. Y dice: ‘Bueno entonces dámela a mí un poquito’, para sacármela, ‘Dámela a mí un poquito’. Y la agarró ella, la puso en su lugar y me sacaron en seguida.” (Carmen Lorefice)

“Con la ESMA, ya con Néstor de presidente, en el 2004, empezó nuestra esperanza de que se cumplieran las cosas, y pudimos realizar muchos objetivos que teníamos proyectados, y ahora estamos con los juicios. Ese es un capítulo muy valioso  (...) Nunca lo soñamos, siempre era una cosa lejana, una locura nuestra”. (Marta Vásquez)

“Es una satisfacción verlos a los tipos, llegan esposados los amos de la vida y de la muerte, ni ellos ni nosotras nos imaginábamos que íbamos a poder compartir esos días históricos. Cuando se dan las sentencias es una mezcla de llanto, de alegría... Es como un alimento, es poder decir: ‘No es en vano la lucha’”. (Taty Almeida)

AF

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