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Infojus Noticias

11-7-2015|10:47|Derechos Humanos Nacionales
En 2005, el EAAF identificó sus restos y fue enterrada en la Iglesia de la Santa Cruz

Las hijas de una Madre de Plaza de Mayo con el Papa Francisco

Esther Ballestrino conoció a Francisco en 1953, cuando ella era su jefa en el laboratorio Hickethier-Bachman. Llegó al país de su Paraguay natal, escapando de la dictadura de Morinigo. En 1977, marcada por Alfredo Astiz, fue secuestrada -junto con Azucena Villaflor y dos monjas francesas-, y arrojada al mar en los vuelos de la muerte.

Por: Sebastián Ortega.

Jorge Bergoglio aún no era papa cuando, en 2005, intercedió para que los restos de la fundadora de Plaza de Mayo Esther Ballestrino de Caruaga, desaparecida y arrojada al mar en los vuelos de la muerte durante la dictadura, fueran enterrados en la Iglesia de Santa Cruz. El entonces cardenal tenía un cariño especial por ella: había sido su primera jefa en un laboratorio a los 17 años e influyó mucho en su formación. Hoy, el papa recibirá en Paraguay a dos de sus hijas, Mabel y Ana María Caruaga.

El encuentro está previsto para las 7.30 en la Nunciatura de Asunción, en la última escala de la gira papal por Latinoamérica. “Venimos con mucha expectativa para encontrarlo, para verlo, porque nos puede contar esa parte de la historia de nuestra madre que por ahí no conocemos del todo bien”, contó Mabel a Télam.

Bergoglio conoció a Esther 1953, cuando entró a trabajar en el laboratorio Hickethier-Bachman, en Buenos Aires, donde realizaba análisis bromatológicos para controlar la higiene de productos alimenticios. Él hacía poco que se había graduado de la Escuela Nacional de Educación Técnica 27 Hipólito Yrigoyen. Ella, de nacionalidad paraguaya e historia militante, había llegado al país escapando de la dictadura.

“Nuestra madre significó mucho en la vida de él. No sólo en lo relativo al trabajo, sino también en la sensibilidad social y en las inquietudes políticas”, contó Mabel. “Esta es una hermosa historia, más allá de lo trágico. Porque se ve cómo desde dos diferentes lugares, como la teología y la política, se coincide en el lugar común de preocuparse por los más desprotegidos, por los pobres”. “Que un jefe de Estado, como el papa, la reconozca por los derechos humanos; que venga acá y hable es muy importante”, agregó.

Su hermana Ana calificó el encuentro como un hecho “histórico”. “Por el sólo hecho de pensar cómo puede ser que una persona haya dejado una impronta de esas características”. La mujer calificó a su madre como “una persona militante de la vida que eligió la opción del compromiso de su época, a partir de una posición de ética y dignidad que tuvo un gran efecto en la gente que la rodeaba".

Una vida militante

Esther nació en Paraguay en 1918. Pasó su infancia en la ciudad de Encarnación. Al terminar el colegio se recibió de maestra y luego de doctora en Bioquímica y Farmacia en la Universidad Nacional de Asunción. En su juventud militó en el Partido Revolucionario Febrerista, de raíces socialistas, y en la década del ’40 fundó el Movimiento Femenino del Paraguay,.

En 1947 se exilió en Argentina, perseguida por la dictadura nacionalista de Higinio Morinigo. En Buenos Aires se casó con Raymundo Careaga, con quien tuvo tres hijas: Esther, Ana María y Mabel.

En 1976, en los primeros meses de la dictadura cívico militar, fueron secuestrados sus yernos Manuel Carlos Cuevas y el francés Ives Domergue. Un año después, el 13 de junio de 1977, una patota del Ejército levantó a su hija Ana María en Corrientes y Juan B. Justo, en el barrio porteño de Villa Crespo. La joven tenía 16 años y un embarazo de tres meses.

Esther presentó hábeas corpus ante la Justicia y se organizó con otras madres de desaparecidos, con las que cada jueves marchaban alrededor frente a la casa de gobierno.  Nació así la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

El 30 de septiembre, tras pasar cuatro meses en el centro clandestino de detención Club Atlético, Ana María fue liberada junto a un grupo de entre 15 y 20 detenidos. La subieron a un auto y la llevaron a la casa de sus padres, en Parque Chas, que ya había sido allanada varias veces. Su familia ya no vivía ahí. Se habían mudado para evitar nuevos secuestros.

Tras la liberación de Ana María, la familia se exilió en Brasil y luego en Suecia. Esther no se quedó mucho tiempo en Europa. A los pocos meses regresó a Buenos Aires. Las otras Madres le dijeron que era peligroso quedarse. “Ya está, ya encontraste a tu hija”, intentaron convencerla.

—No, voy a seguir hasta que aparezcan todos— contestó ella.

El beso de Judas

En plena dictadura, la iglesia de la Santa Cruz, en Estados Unidos al 3100, perteneciente a la congregación de los padres pasionarios, albergó a familiares de desaparecidos. Contaban con el apoyo de las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon. Un joven rubio, de ojos azules, se acercó al lugar. Dijo llamarse Gustavo Niño; contó que tenía un hermano que había sido secuestrado.

Gustavo Niño era en realidad el capitán de fragata Alfredo Ignacio Astiz, miembro del Grupo de Tareas 3.3.2 que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada. El “Ángel Rubio” había logrado infiltrarse en el grupo de familiares y participaba en cada una de las reuniones en las que se coordinaban los planes de búsqueda de los desaparecidos.

El 8 de diciembre de 1977 a las ocho y media de la noche, luego de una reunión, Astiz se despidió de los doce participantes del encuentro con un beso en la mejilla. Entre ellos estaban Esther Ballestrino, en ese entonces de 59 años, otras dos madres de Plaza de Mayo (Azucena Villaflor de Vicenti y María Ponce de Bianco) y las dos monjas francesas.

El beso de Astiz fue la señal. Un grupo de hombres vestidos de civil que se identificaron como policías se llevaron a Esther y a otras ocho personas. Dos días después secuestraron a Villaflor y a las monjas francesas. Las doce personas que había marcado Astiz estuvieron en la ESMA entre diez y quince días. Después los cargaron en aviones y los tiraron al Río de la Plata en los vuelos de la muerte.

En diciembre1977 comenzaron a aparecer cuerpos en la costa atlántica, que fueron enterrados en tumbas NN en el Cementerio de General Lavalle. En julio de 2005 el Equipo de Antropología Forense (EAAF) identificó los restos de las tres fundadoras de Plaza de Mayo y las dos monjas francesas. 

El entonces arzobispo Jorge Bergoglio autorizó que, junto a las otras madres fundadoras, Esther sea enterrada en la Iglesia de la Santa Cruz. “Es un gesto que le agradecemos por siempre", dijeron las hijas al diario paraguayo La Última Hora.

SO/LC

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