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Infojus Noticias

20-8-2014|16:33|Memoria Nacionales
En Avellaneda 705

La casa donde torturaban a militantes de Olavarría es Espacio de Memoria

En la ex Brigada de Las Flores estuvo detenida, junto a otros diez militantes, una pareja a la que refugiaron Cristina Fernández y Néstor Kirchner durante la última dictadura cívico-militar. Guido Carlotto, secretario de Derechos Humanos de la provincia, participó del acto de señalización y habló sobre la restitución de su sobrino, Ignacio Guido.

  • Fotos: Cintia Gutierrez
Por: Claudia Rafael

Apilados en la cúpula de una camioneta, llegaron 12 militantes secuestrados a una vieja casa de Las Flores. A pocas cuadras de la Escuela Normal de esta ciudad bonaerense, desde el encierro, los detenidos escuchaban el sonido de una campana y la algarabía de los chicos que corrían en el recreo. Eso orientó a las víctimas de tortura para saber dónde habían estado. Treinta y siete años después, la casa de Avellaneda 705 se convirtió en Espacio para la Memoria. En un acto, los sobrevivientes fueron voz y trajeron desde la historia las huellas de la ausencia. Algunos de ellos formaban parte del grupo secuestrado en Olavarría, la ciudad que ahora es famosa por Ignacio Guido Montoya Carlotto, el nieto restituido de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.

El lugar, que todavía conserva en los rincones ese aroma a dolor y a muerte será convertido “en un lugar de encuentro”, dijo Carlos Labolita, padre de Carlos Alberto, aquel muchacho de escasos 23 años secuestrado en Las Flores en abril de 1976. El mismo que había sido –junto a su esposa, Gladis D´Alessandro- refugiado por dos juveniles Cristina Fernández y Néstor Kirchner en los días de la clandestinidad. “Vamos a recuperar este lugar, este maldito lugar porque es una cárcel. Y las cárceles están hechas para destruir al hombre. Nosotros estamos hechos para exorcizarlas, convertirlas en un lugar de memoria. Y el joven es el hombre del futuro, es el que construye, el que pone el cuerpo”, agregó Labolita.

“El 25 de enero pasado hubiera cumplido 61 años”, dijo a Infojus Noticias Gladis D’Alessandro. “Nuestra relación siempre fue de gran compañerismo, de estar juntos… y no lo digo por idealizarlo, fue así. Discutíamos todo, hasta lo mínimo. Carlos se levantaba muy temprano, leía los diarios y para cuando yo me levantaba tenía el mate preparado y tenía las noticias más importantes del día colgadas en el espejo del baño, junto a cartitas personales. Eso pasó casi todos los días que estuvimos juntos”, agregó.

“Se ingresa por un local grande con fosa para arreglo de automotores. Una cocina de kerosén blanca y otra verde. Una puerta lateral con escalón comunicaba a un pasillo con piso de tierra, al cual daban nueve celdas, una cocina y un espacio con pileta; a un costado, un lugar con ducha e inodoro, sin puerta. Una de las puertas tenía en el techo un caño de cemento por donde caía agua cuando llovía. Paredes de revoque grueso. En 1977 estaban construyendo pues se oía una mezcladora de cemento”, dice informe de la Conadep para describir el lugar.

En esta casa estuvieron secuestrados Carlos Genson, Araceli Gutiérrez, Ricardo Cassano, Mario Méndez, Osvaldo “Cacho” Fernández, Néstor Horacio Elizari, Francisco Gutiérrez, Rubén Villeres, Graciela Folini, Juan Carlos Ledesma, Isabel “Pichuca” Gutiérrez y  Jorge Oscar Fernández. De todos ellos, los matrimonios Villeres-Folini y Ledesma-Isabel Gutiérrez fueron llevados a La Plata. Juan Pablo, el hijo de los Villeres, tenía 7 años y estaba junto a ellos cuando los secuestraron en la casa de la calle Belgrano 1562, de Olavarría. Debió crecer junto a sus abuelos. La beba del matrimonio Ledesma, en cambio, fue dejada en la comisaría de Cacharí, durante el traslado de los padres a Las Flores desde donde la entregaron al Hospital de Azul. Su abuela la recuperaría siete meses más tarde. El resto de los cautivos sería, en cambio, conducido a Monte Peloni, de donde Jorge Fernández fue arrancado rumbo a Tandil. Tiempo después, su cuerpo fue entregado a la familia. Uno de los entregadores de sus restos irá a juicio en apenas un mes.

“Yo soy una de las integrantes del grupo secuestrado en Olavarría”, contó Araceli Gutiérrez. “Aquí estuve con mi hermana, mi cuñado, mi padre y los padres de Juan Pablo Villeres, que son de acá. Ahora, con mi familia estamos a cargo de Monte Peloni, que es un lugar bello con una triste historia. Desde 2003 las flores que se habían perdido en las calles empezaron a brotar. Y los veteranos podemos empezar a descansar”.

Carlos Pisoni, subsecretario de Derechos Humanos de la Nación, advirtió  que “siempre decimos que lo imposible sólo tarda un poco más y en Las Flores lo imposible tardó un poquito más pero aquí estamos”. Es “acuñar este desafío para que nunca más”, dijo el intendente Alberto Gelené.

Guido Carlotto, secretario de Derechos Humanos de la provincia, habló de “este día muy esperado y medio mágico. En el que al descubrir la placa se descubrió sola, como si tuviera vida, como si tuviera ganas de mostrar a Las Flores lo que contenía”. Y defendió la necesidad de transmitir “a las nuevas generaciones la historia que nos ocultaron tanto tiempo. Acabo de reencontrarme con mi sobrino Ignacio Guido después de 37 años en que le negaron la identidad. En ese lugar emblemático que es Olavarría. En donde el papá del “Gitano” (por Matías Facundo Moreno) fue perseguido por defender a los trabajadores de Loma Negra. Admiro a Araceli que tuvo el coraje de subirse y hablar después de lo que pasó acá. Es nuestra obligación seguir. Hay más de 380 nietos por recuperar. 37 años buscamos. 37 años… Siento que le arranqué al infierno un pedazo de alegría. Siento que recuperé a mi hermana. Siento que mis hijos no van a crecer en un país como en el que crecí yo. Los chicos de esta escuela no van a sufrir persecución ni esperar 37 años por justicia. Los responsables de la apropiación de mi sobrino serán juzgados con todas las garantías que no tuvieron Ignacio ni mi hermana. Que esos monstruos sean juzgados. Y por eso, quiero tomar las palabras de Eva Perón, cuando decía que cuando un pueblo es consciente de sus derechos no existe fuerza capaz de avasallarlo”.

Desde ahora, a partir de la señalización impulsada por la Red Federal de Sitios de la Memoria y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, ese lugar de tortura en nombre del Estado tiene la dimensión arrolladora e invencible de la memoria.

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