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Infojus Noticias

28-10-2014|14:34|Juicio Nacionales
En el TOC 1 de Quilmes

Condenaron a perpetua a la mujer quechua acusada de matar a su esposo

La justicia encontró culpable a Reina Maraz por el crimen de su esposo. Como solo se comunica en quechua, estuvo más de un año detenida sin saber por qué. El fiscal había pedido prisión perpetua. El marido de Reina la golpeaba y para saldar una deuda la entregó a un vecino para que la violara.

  • Fotos: Télam
Por: Milva Benitez

Cuando la policía fue a buscar a Reina Maraz por el asesinato de su esposo Limber Santos, ella “asintió con la cabeza”. Repitió el gesto en tribunales y, durante más de un año estuvo detenida sin comprender el proceso penal que la involucra porque solo se comunica –de manera fluida– en su lengua materna, el quechua. “En la cosmovisión quechua este gesto no significa la comprensión de lo que se le está diciendo, el sentido cultural es el de mostrar intención de dialogar”, explicó en el expediente la socióloga, especialista en derecho indígena y género, Karina Bidaseca. Esta tarde, y posponiendo los argumentos para el 11 de noviembre, el TOC 1 de Quilmes -integrado por las juezas Silvia Etchemendi, Marcela Vissio y Florencia Butierrez- condenó a Reina por unanimidad a prisión perpetua.

El público escuchó la condena en absoluto silencio, y del mismo modo se retiró de la sala. Reina, solo lloró cuando Frida Rojas, la traductora que la acompaña en el proceso desde 2012, le explicó lo que estaba pasando. En la sentencia el TOC 1 de Quilmes retomó los argumentos del fiscal  y consideró a Reina responsable del homicidio doblemente agravado: lo consideró premeditado (con la intención de robarle) y con alevosía (porque, según argumentó el fiscal la mujer y un vecino, Tito Vilca Ortiz, se asociaron para atacarlo mientras dormía y lo habrían asfixiado). El defensor oficial, Jose María Mastronardi, aseguró que apelará la sentencia, y desestimó como prueba válida la cámara Gesell que el fiscal Fernando Celesia tomó como base para su alegato.

La causa empezó en noviembre de 2010, cuando el 16 de ese mes, Reina hizo la denuncia por la desaparición de su marido. Cuatro días después la fueron a buscar un grupo de policías de la Bonaerense; por entonces, esperaba su tercer hijo. Estaba embarazada cuando la detuvieron y hasta el séptimo mes estuvo en una comisaría. Después la llevaron a la Unidad 33 de Los Hornos, en La Plata, donde un equipo de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) advirtió que no tenía posibilidad de comunicarse si no era en su lengua materna. Por la intervención de la CPM, en abril de 2012 el Juzgado de Garantías Nº 6 de Quilmes anuló la única audiencia en la que Reina declaró durante la instrucción de la causa. Desde entonces, Frida Rojas la asiste y traduce en cada instancia judicial.

Desde el organismo que realizó una veeduría del proceso y denunció las violencias que afrontó Reina desde que conoció a Limber en 2005, hasta el momento de la sentencia, lamentaron que las tres magistradas reprodujeran en la sentencia “la acusación del fiscal sin fisuras”. Margarita Jarque, directora de Litigio estratégico de la CPM, fundamentó: “lamentamos que el tribunal no haya escuchado e incorporado la voz de Reina, su relato. También resulta inexplicable una sentencia basada exclusivamente en una cámara Gessell que durante el debate las 3 peritos especialistas cuestionaron duramente, de manera fundada y la consideraron como una prueba no válida”.

La vida de Reina, lo que no escuchó el tribunal

Reina llegó a Argentina en 2009. Vino porque Limber así lo quiso, y consiguieron una pieza y trabajo en los hornos de “Chacho”, en las afueras de Florencio Varela, en Buenos Aires. Él trabajaba cortando ladrillos, ella los apilaba; por poca plata, casi nada. Con el tiempo llegó a extrañar su tierra, un pequeño poblado rural en Avichuca, cercano a Sucre en Bolivia, donde no había jueces, ni fiscales y la aplicación de justicia quedaba en manos de un “corregidor”, el representante más viejo de la comunidad. En Argentina, aprendería con el tiempo, no son los ancestros, sino la Justicia con mayúscula y burocrática, la que define sobre la vida y la libertad de las personas.

Cuando comenzó el juicio, la semana pasada Reina declaró en quechua. Frida estuvo a su lado, la tradujo y también explicó su llanto. En su lengua, Reina contó que la vida con Limber nunca fue buena para ella. Lo conoció cuando tenía 17 y se fueron a vivir a lo de la abuela de él; un año y medio después la dejo, con dos hijos –uno de poco más de un año, otro de meses y enfermo-. Limber se vino a Argentina, en 2009 la fue a buscar. La amenazó, le dijo que se iba a llevar a los chicos y la obligó a venir. Antes de viajar la llevó a un “médico”, para ver si en su ausencia mantuvo relaciones con otro hombre. 

Reina recordó que a Limber lo quería. Pero contó que cuando llegaron a Buenos Aires, a la distancia se sumaron los golpes. La semana pasada, la presidenta del tribunal Silvia Etchemendi, le pidió a Frida que Reina usara frases breves. Así lo hizo, y solo lloró cuando recordó los golpes. Ahogó el llanto, suspiró, y dijo que Limber se volvía “como loco” y que un día, rompió todo: “los vasitos, las ollitas y la ropa también lo desgarró todo”. Esa vez ella se fue hasta la terminal en Liniers, quería volver a Bolivia. No pudo viajar porque la hermana de Limber tenía sus documentos. Volvió con él y, al tiempo se fueron a vivir a los hornos de ladrillo, en las afueras de Florencio Varela.

Él se emborrachaba y casi no tenían para comer. “Yo estaba flaquita, casi ni cuerpo ni ropa llevaba”, dijo Reina. Le pegaba y mucho, llegó a dejarla inconsciente. Otra vez la ofreció a Tito Vilca Ortiz, un vecino que la violó para cobrarle una deuda a él. Cuando ella le contó a Limber lo que había pasado, él la agarró del cuello y la arrastró de los pelos, mientras decía “te voy a matar”. Esa tarde Reina se desmayó y Limber la tuvo que llevar al Hospital de Varela, donde permaneció internada por unas horas. Vilca Ortiz también estuvo detenido por el homicidio de Limber, pero falleció antes de enfrentar el debate oral.

No fue esa la única vez que Vilca Ortiz violó a Reina. Reina lo denunció con Alberto, el hermano mayor de Tito, como era costumbre en su comunidad. “Este comportamiento de Reina es acorde a sus pautas culturales, a la justicia comunitaria del derecho indígena, que indica que los hermanos mayores deben responder y sancionar a los menores”, escribió en su informe Bidaseca, consultada por la CPM para presentarse como Amicus Curia (amigos del tribunal) en la causa. Sin embargo Alberto justificó a su hermano diciendo que estaba borracho. El día que su marido desapareció, Tito volvió a abusar de ella.

En qué se basó el fiscal para pedir la pena máxima

El fiscal Fernando Celesia pidió la pena de prisión perpetua para Reina. El defensor José María Mastronardi pidió su absolución, dijo que “no hay pruebas” que permitan imputarla como autora del crimen; impugnó principalmente el testimonio tomado a uno de los hijos de Reina en cámara Gesell. El hijo de Reina chico tenía cinco años, cuando “una fiscal la interrogó como si fuera un adulto y tampoco hablaba bien el castellano”, explicó a Infojus Noticias, una fuente cercana al debate.

El fiscal basó su pedido en ese testimonio, “aunque en el juicio se escuchó a tres peritos –una oficial, y dos de parte-que cuestionaron cómo se hizo”, explicó la defensora general de Quilmes, Noemí Pérez, que asistió regularmente a las audiencias de este juicio. "El nene, que en ese entonces tenía 5 años, debía manifestar lo que vivía a través de juegos y de prácticas indagatorias propias para su edad; sin embargo, al ver las imágenes de esa Cámara los tres peritos coincidieron en desestimarla ya que era más un interrogatorio que una práctica psicológica", comentó Jarque.

La sentencia que se conoció hoy, cerca de las dos de la tarde, dejó a Reina quebrada por el dolor, otra vez. Lloró cuando la traductora le explicó el alcance de la decisión tomada por las juezas. Al cierre de esta jornada, Reina volvió a la casa de sus parientes donde cumple la prisión domiciliaria hasta tanto la sentencia esté firme, y donde cria a la hija que pario mientras estuvo en cautiverio en la cárcel de Los Hornos. En el informe Bidaseca, contó que Reina se niega a que su niña aprenda el quechua: “porque no podrá defenderse”, dice e insiste en que aprenda a hablar castellano. Y cita a la académica mexicana Gloria Anzaldúa en su libro Borderlands/La Frontera: “Nosotras, indias y mestizas criminalizamos a la india que hay en nosotras, la brutalizamos y la condenamos”, afirmaba sobre la situación de opresión que viven las mujeres migrantes, indias y pobres.

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