Cristina Monterrubianesi integra la lista de testigos que desfilarán por el juzgado de Norberto Oyarbide en la causa que investiga los lazos entre Acindar y la represión en Villa Constitución el 20 de marzo de 1975, conocida como el operativo “Serpiente Roja del Paraná”. Esta es su historia.
Cristina Monterrubianesi fue una de los casi trescientos militantes de Villa Constitución que fueron detenidos el 20 de marzo de 1975, en lo que se conoció como el Operativo “Serpiente Roja del Paraná”. Como docente, estaba a cargo de la aplicación local de la “Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción” (CREAR), el programa de alfabetización que lanzó Jorge Taiana desde el Ministerio de Educación durante el gobierno de Héctor José Cámpora. A su vez, acompañaba la lucha sindical de los metalúrgicos, junto a otros trabajadores de la ciudad santafecina que depende casi exclusivamente de Acindar.
Monterrubianesi integra la lista de testigos que desfilarán por el juzgado de Norberto Oyarbide en la causa que investiga los lazos entre Acindar y la represión en Villa Constitución. El proceso comenzó a fines de 2009, a partir de la denuncia penal del dirigente ferroviario Carlos Sosa, y los sindicalistas metalúrgicos Alberto Piccinini y Juan Actis. Primero, Oyarbide la anexó al proceso que investiga los delitos de la Triple A, pero hace algunas semanas volvió a separar el expediente, para sumarlo a las investigaciones que se impulsan en su juzgado contra el que en aquellos años era presidente del directorio de Acindar y de la Sociedad Rural Argentina: José Alfredo Martínez de Hoz.
El mismo año en que fue detenida, Monterrubianesi fue absuelta en el proceso judicial que le “armaron” para tratar de condenarla a prisión. Un año antes de caer detenida, cuando afichaba las calles de Villa Constitución días antes del Día del Trabajador, fue interceptada con sus compañeros por la Policía Federal a pocos metros de su unidad básica peronista. Los trasladaron en un Ford Falcon hasta la comisaría y fueron demorados varias horas. Era una advertencia, la antesala de la represión. El 20 de marzo del ’75, fuerzas policiales, parapoliciales y militares sitiaron Villa Constitución: los accesos al pueblo estaban bloqueados. Días antes, la Triple A hizo volar con una bomba el estudio del abogado José Bodrero, el compañero de Monterrubianesi.
La noche anterior al operativo se escuchaban los más de cien vehículos civiles y militares en los que ingresaron los efectivos de las distintas fuerzas represivas. Cerca de cuatro mil hombres desembarcaban en una localidad que no superaba los veinticinco mil habitantes. En la mañana del 20 de marzo, “Pepe” Bodrero salió con su camioneta hacia el predio de Acindar. A mitad de camino, su vehículo se descompuso, y debió abandonarlo para volver caminando a su casa. Cuando llegó ya se habían llevado a Cristina, y los militares habían arrasado con el lugar. Según supo después, a él también lo estaban buscando.
En pocos días hubo más de trescientos detenidos. Son 54 los villenses que se contabilizan como desaparecidos o asesinados hasta mediados de 1977, pero el registro todavía está incompleto. Al referirse a José Bodrero, la conclusión es atroz: “a muchos no se los llevaron porque ya no podían… para detener esto tenían que llevarse a la mitad del pueblo”. Al hablar de “esto”, Cristina piensa en el Villazo y en la lucha del movimiento obrero. Después de una ardua lucha, el 16 de marzo de 1974 los militantes de la Unión Obrera Metalúrgica de Villa Constitución se hicieron con la dirección local del sindicato, que estaba intervenido por la dirigencia nacional de Lorenzo Miguel. Triunfaba así la línea más revolucionaria del sindicalismo argentino, emparentada con las prácticas de Agustín Tosco, Alberto Piccinini y Tito Martín, entre otros.
Monterrubianesi estuvo detenida hasta diciembre de 1978 en la cárcel de Devoto, junto con otras militantes de Villa Constitución y mujeres de todo el país que eran enviadas a aquella dependencia penitenciaria. Desde mediados de 1975 hasta que la liberaron, estuvo a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Al salir, debió cumplir con un año de libertad vigilada, y recién en 1982 le levantaron la prohibición de trabajar. En el recuerdo de Cristina, los años fuera de la cárcel también fueron muy duros: “estábamos todos cagados de hambre, y yo no podía laburar”.
La causa penal
El juzgado de Norberto Oyarbide investiga los lazos entre Acindar y la represión en Villa Constitución. El proceso comenzó a fines de 2009, a partir de la denuncia penal del dirigente ferroviario Carlos Sosa, y los sindicalistas metalúrgicos Alberto Piccinini y Juan Actis. La denuncia está dirigida a María Estela Martínez de Perón, a los directores de Acindar desde 1975 hasta 1983, al delincuente Aníbal Gordon y todo el grupo paramilitar de la Triple A, a la guardia rural santafecina “Los Pumas”, y a los agentes de las fuerzas armadas implicados en la represión. El Operativo “Serpiente Roja del Paraná” se instrumentó en el cordón industrial ribereño a partir del fuerte despertar del sindicalismo revolucionario, que en esos años tenía mucha fuerza en su rama metalúrgica y exigía nuevas formas de organización social.
“Celebro esta investigación porque es una deuda muy grande con los compañeros que ya no están”, le dijo Monterrubianesi a Infojus Noticias, mientras reflexionaba en su casa sobre los nuevos desafíos del sindicalismo y la militancia de Villa Constitución. “Después de aquellos años no bajamos los brazos y retomamos las banderas de los ‘70 de la lucha por la organización popular”, contó la actual secretaria general de la CTA de Villa Constitución, único distrito en el cual la central permaneció unida y no fue a elecciones. El liderazgo suyo y el del dirigente de la Unión Ferroviaria, Carlos Sosa, era indiscutido. Sosa asumió al frente de la CTA y Monterrubianesi fue como secretaria adjunta, hasta el fallecimiento del ferroviario en 2011.
El directorio de Acindar
El presidente del directorio de la metalúrgica en 1975 era Martínez de Hoz, que un año después asumiría la titularidad del Ministerio de Economía de la dictadura. Todo indica que el Operativo “Serpiente Roja del Paraná” se realizó bajo su coordinación. La guardia rural “Los Pumas” y la Policía Federal ya habían instalado sus propias dependencias en el interior del predio de Acindar meses antes del operativo, algo que no sólo era imposible hacer sin la autorización de Martínez de Hoz sino que seguramente se haya realizado a pedido suyo.
Cuando Martínez de Hoz asumió en Economía, su lugar en Acindar fue ocupado por Alcides López Aufranc, un militar que encabezó la represión del Cordobazo e introdujo las técnicas de tortura de la “escuela francesa” en las Fuerzas Armadas locales. “Yo creo que no éramos conscientes de lo que se venía”, analizó la docente. “Visto a la distancia, es escalofriante darse cuenta que estábamos peleando contra Martínez de Hoz y contra López Aufranc”, agregó.
La compañía metalúrgica actuó en coordinación con las fuerzas militares y paramilitares de la represión. Encabezada por un hombre fuerte de la oligarquía argentina, Acindar funcionaba como articuladora del empresariado nacional. Quizá por eso “proveyó de cuadros a la dictadura”, según lo que señaló José Schulman, abogado de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre –que también es querellante en la causa-. En la denuncia penal se pide la imputación de los directorios completos de Acindar desde 1975 hasta 1983.
La carta de la Presidenta
Cuando la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, visitó Villa Constitución hace poco más de un año, Monterrubianesi quiso agradecerle por la política de derechos humanos implementada a lo largo de la última década de gobierno. La máxima mandataria había acudido a la ciudad ribereña para inaugurar una nueva fábrica de chapa naval. Al terminar el discurso, se acercó al tumulto a saludar a los militantes y pasó a centímetros de Monterrubianesi, que no pudo llamarle la atención con la pequeña cajita que había preparado para entregarle, con una carta sincera en la que expresaba sus sensaciones y emociones políticas. Se lo acercó a un custodio, entrado en años, que prometió dárselo a la Presidenta.
-Mirá que para mí es muy importante esto, si no se lo vas a dar, te pido por favor que me lo dejes- le pidió al custodio.
-No se preocupe, tenemos orden de entregarle todo lo que nos acercan- aclaró el hombre.
A los pocos días la llamaron de Presidencia para constatar sus datos: Cristina Fernández de Kirchner quería enviarle una respuesta a su carta. Le había llegado la cajita, con la última talladura que Monterrubianesi había hecho en un huesito de guiso durante su cautiverio en Devoto: una flor. Cuando llegó el sobre lacrado de Presidencia, Cristina estaba emocionada. Guarda como un tesoro esa carta con la que pudo cerrar una parte de ese círculo que ha sido su vida, su militancia, su sacrificio y el de muchos compañeros que ya no están. “La tengo que enmarcar”.
La Presidenta cierra la carta, fechada el 22 de noviembre de 2012, de esta forma:
“Yo creo que en esa talla están marcados tus sueños y los de muchos compañeros, y quizás ese trabajo meticuloso y dedicado, casi obsesivo, los ayudó a mantenerlos en el tiempo. Sobre esos sueños construimos este proyecto. De corazón muchas gracias por el huesito y tus cálidas palabras”.